Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

13 May, 2020

La década perdida

Un gobierno puede hacer la diferencia entre asentar las bases para un futuro promisorio o para las vacas flacas. Hay de gobiernos a gobiernos, entre los que administran, los que innovan o los que destruyen. Si bien la diferencia es simplista, es ésta la que determina los cambios de rumbo, para bien o para mal, de un país. El elemento central es el nivel de planeación.

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En México, después del llamado desarrollo estabilizador, sobrevino una década perdida causada por dos gobiernos desastrosos para las finanzas públicas y el país en general. Después de una férrea disciplina financiera y la política industrial de sustitución de importaciones en boga, el país creció a ritmos de 6 por ciento anual, lo que hizo crecer, sostenidamente, a las clases medias. Todo eso acabó con los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo.

Echeverría y López Portillo basaron sus políticas en la estatización de la economía y la preeminencia del Estado sobre todos los demás factores.

Echeverría anunciaba en su toma de posesión que “…la inversión pública tiene la fuerza suficiente para dirigir el crecimiento. La libre empresa sólo puede ser fecunda si el gobierno posee los recursos suficientes para coordinar el cumplimiento de los grandes objetivos nacionales.” Eventualmente, sus políticas estatistas e improvisación causaron una devaluación del peso sin precedente y una recesión.

Por su parte, el gobierno de López Portillo se vio beneficiado por el descubrimiento del megayacimiento petrolero de la Sonda de Campeche, Cantarell. Esto lo llevó a despilfarrar en proyectos innecesarios, la multiplicación del Estado y la famosa frase de que “teníamos que administrar la abundancia”. Clásico ejemplo de la llamada maldición de los recursos, la cual orilla a los países con amplios recursos naturales a destruir sus economías. Aun siendo el tercer productor más grande de petróleo del mundo, México regaló su mercado a Arabia Saudita y a otros países productores con las malas decisiones centralizadas de López Portillo.

Así, llegamos a más de diez años (1970 a 1982) donde México perdió toda oportunidad de crecimiento continuo y sostenido. Los platos rotos se pagaron, por décadas, con un endeudamiento externo dolarizado que fue mal manejado. Se le llamó la década perdida.

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¿Cuál es el propósito de recordar esos años? Para López Obrador esta época representa un periodo formativo de sus ideas sobre la economía y las políticas sociales. Él mismo, constantemente denuesta el periodo neoliberal después de los años dorados de Echeverría y López Portillo. En sus palabras, por ejemplo, se refiere a su Plan Nacional de Desarrollo como “Vamos por un camino del todo nuevo, no por el periodo neoliberal. (…) Llevábamos 36 años en que no se hacía un plan de desarrollo apegado a nuestras necesidades”.

Ahora, al gobierno de Andrés Manuel López Obrador la crisis causada por el coronavirus COVID-19 lo agarra con los dedos en la puerta. Contrario a toda ortodoxia económica, como lo hacen, incluso, gobiernos de izquierda en el mundo, impone proyectos innecesarios, políticas económicas centralizadas y una nostalgia al petróleo que recuerda a esa década perdida que tanto daño hizo al pueblo que, supuestamente, quiere proteger.

La gran pregunta es si este gobierno sentará las bases para otra década perdida. Esperemos que no.

 

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