Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

22 Sep, 2021

La izquierda es de derecha

“Yo sí creo en la piratería” —dijo el diputado de oposición—. “Es el sostén de muchos comerciantes” —finalizó—. Con ello, muchos de los presentes —pausando por un momento— esperamos que riera y dijera que ello era broma. Sin embargo, continuó con su postura firme, con cara seria y solemne. Los demás diputados, que discutíamos reformas a la Ley Federal de Derechos de Autor, reformas para proteger derechos, propiedad intelectual en canciones, discos y películas, nos quedamos con las ganas de reír, pasmados por una postura que no coincidía con la visión de proteger la propiedad privada y las leyes. Finalmente, en esto se basaba el liberalismo de nuestro sistema político-jurídico. Eso es lo que juramos proteger.

México era en ese momento —y lo es todavía— uno de los países con peores índices de piratería, pero también un país con muchas carencias y desigualdades. Con tasas tan altas de desempleo e informalidad, la pobreza hace milagros. Si ello implicaba violar la ley, en algo que pareciera tan insignificante como los derechos de autor por un disco de música, pues era mejor comer que moralizar. Abraham Maslow, el sicólogo que construyó la pirámide de las necesidades del mismo nombre, lo identificó muy bien: en la base de la pirámide están las necesidades básicas de alimentación. Hasta arriba, la moralidad, autorrealización y otras.

 

Esa división de visiones es la que ha permanecido, por siglos, en nuestro país: por un lado, el afán de desarrollo basado en valores liberales de propiedad privada —sea una canción o una finca—, la separación de poderes, respeto a las leyes y el avance democrático. Por el otro, la vía fácil, la corrupción, la explotación de los bienes ajenos y, sobre todo, el respaldo explícito de una parte de la clase política a estas prácticas. Conforme ha crecido nuestro país y se ha modernizado nuestra economía, también aquellos que respaldan la primera visión liberal. Sin embargo, se mantiene esa visión retrógrada de que se tienen más derechos que obligaciones. “Si no me los garantizan, los tomo”, parece ser el lema. Si la canción no es gratis, un diputado de izquierda defiende su robo.

Tradicionalmente ha sido la izquierda la que ha defendido, irónicamente, la segunda visión. En una columna, publicada esta semana en el New York Times, Diego Fonseca habla de cómo la izquierda latinoamericana se ha convertido en derecha. Ésta, dice, “milita en el atraso: moral de los años cuarenta, cosmovisión de la Guerra Fría de los cincuenta y… manual económico de los sesenta”. La izquierda de nuestra región es, como lo menciona bien este analista, autoritaria, rencorosa y anclada en el pasado.

 

En ese pasado estamos atados desde hace décadas. México, siempre buscando la modernidad y desarrollo, da dos pasos adelante para, con gobiernos de izquierda, dar tres o cuatro pasos para atrás. Se tiene esperanza de avanzar para, con el desencanto del cambio de políticas y reglas, volver para atrás sin mayor gloria.

¿Qué se necesita para cambiar este esquema? Es la gran pregunta que aqueja a la región y a México. Tradicionalmente, estas visiones están atadas a clases sociales: mientras las clases medias y acomodadas buscan esta modernidad, en otros casos y regiones nos quedamos anclados en el pasado. Quizás es hora de buscar acortar esas dos visiones.

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