Rodrigo Pérez-Alonso

Frecuencias

Rodrigo Pérez-Alonso

8 May, 2019

Las dos narrativas

Nunca como ahora el gobierno federal se centra ahora en una sola persona. Dado su estilo de tomar decisiones, silencia a sus subalternos o los deja sin poder de decisión activa, salvo que tengan su autorización expresa. Todas las decisiones, grandes y pequeñas, se toman en Palacio Nacional; ya sea que éstas sean parte del dogma que ha construido AMLO a lo largo de los años en campaña o por decisiones tomadas en el momento (o en las “mañaneras”) para complacer a un sector de la población o grupo de poder.

Es así como las decisiones se toman por AMLO, sin mayor consulta que su propia conciencia. En ocasiones, como con la cancelación del nuevo aeropuerto, el dogma de sus subalternos complementa el propio y se usan conclusiones previamente establecidas para argumentar las premisas (lo que en la lógica se conoce como la petición de principio).

Todos los argumentos de sus subalternos para justificar una posible decisión están basados en una conclusión previamente establecida.

Por ello las “consultas populares” hechizas, las justificaciones sin evidencias sólidas y, finalmente, el atole con el dedo.

En este contexto, en estos meses de gobierno se han desarrollado dos narrativas dentro del gobierno.

Por ello las contradicciones en que han caído los especialistas, por un lado, y los dogmáticos del gobierno, por el otro.

Mientras un subsecretario de Hacienda, especialista en finanzas públicas y con amplias calificaciones para el puesto, habla de un tema, unas horas más tarde López Obrador lo contradice.

Son los problemas de dotar de argumentos racionales al gobierno cuando el único que puede hablar es el propio AMLO —con sus filias y fobias—.

Varios funcionarios han cometido el error de querer justificar o razonar el ejercicio del gobierno cuando aquello sólo yace en el impulso y oportunidad del Presidente.

Por eso la contradicción intrínseca de tener gente preparada y racional versus aquellos que usan únicamente sus instintos arraigados.

Razonar es ser fifí, neoliberal, neoporfirista, conservador y/o corrupto, según las palabras de la moda del día del propio Presidente.

Creer ciegamente es del pueblo bueno, de los honestos, los de abajo, los de la Cuarta Transformación.

Víctimas de esta narrativa presidencial han sido varios, sean o no de su gobierno: el propio subsecretario, el gobernador de Jalisco, expresidentes y ahora el propio Alfonso Romo, su jefe de Oficina y quien debiese encarnar la narrativa racional del gobierno.

Este último se rumora que presentó su renuncia y no le fue aceptada.

En un gobierno donde las decisiones no se consultan y las opiniones de un Jefe de la Oficina son ignoradas, su continuidad es seguramente incómoda para él y los dogmáticos.

Lo mismo se puede decir del subsecretario de Hacienda y hasta el propio senador Batres, dogmático de raíz, pero que, cuando asoma racionalidad pragmática, es regañado por el propio AMLO.

La pregunta ahora es ¿cuál de estas dos narrativas prevalecerá?

Todo parece que una de ellas va ganando.

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