Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

9 Sep, 2020

Optimistas redentores

Siguiendo la línea de construir narrativas alternas a la realidad, basadas en los deseos y proyecciones sin fundamento del líder máximo, ayer se presentó formalmente el Paquete Económico 2021. Como era de esperarse, las predicciones para el 2021 son sumamente optimistas; tan optimistas que pareciere buscar redimir los malos resultados hasta ahora en materia económica.

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Para partir de un análisis objetivo, es importante señalar que, de acuerdo con la Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, el Paquete Económico está compuesto de tres partes. Primero, los criterios de política económica, donde se describen, en forma ejecutiva, los principales indicadores y predicciones, con base en los cuales se construye este paquete. En segundo lugar está la iniciativa de ley de ingresos, como ley general, que incluye la propuesta de ley del IVA, ISR y IEPS, el triunvirato de ingresos fiscales más importante para la Hacienda pública. En tercer lugar, el presupuesto de gastos del gobierno.

En este proceso, que inicia el 8 de septiembre, por la propia naturaleza de estos instrumentos, intervienen distintos actores formales e informales. En cuanto a los impuestos, la iniciativa privada interviene activamente con el cabildeo en el Congreso de la Unión. Es de sumo interés intervenir en este proceso para aminorar los impactos de los impuestos en las empresas y las personas. Sin embargo, para fines políticos, es el Presupuesto de Egresos el que tiene mayor impacto. En esta segunda etapa de discusión en el Congreso, intervienen casi todos los actores políticos, no sólo para orientar políticas públicas, sino también por lo que en Estados Unidos llaman el pork barrel politics, el proceso de asignación política de recursos (en donde también hay, sin duda, abusos y corrupción).

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Ante todo ello, el primer saque político lo hace el Poder Ejecutivo y las cifras que presentaron ayer son sumamente optimistas. Por ejemplo, en cuanto a las cifras macroeconómicas, los criterios mencionan un crecimiento del PIB de 4.6% para el siguiente año y una producción de petróleo de 1,857 miles de barriles diarios. En cuanto a gasto se destina más de 50% del gasto programable a salud y “fortalecimiento energético”; es decir, meter dinero bueno al malo en Pemex y la CFE.

Lo grave de todo ello es que no sólo es un paquete económico optimista, sino que el gobierno, en estos dos años, ha sido ineficiente. Por ejemplo, de acuerdo con México Evalúa, a julio de este año, el gasto neto del sector público acumula un subejercicio de 185 mil mdp (5.1%), el cual se observó en 37 de los 48 Ramos en los que se distribuye el gasto. Esto incluye los rubros de salud, justo en momentos en que estamos viviendo la peor crisis de salud pública en décadas.

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Así, el problema de ser tan optimistas en sus previsiones tiene dos aristas: la desconexión con la realidad económica del país y la ejecución de ese gasto usando el dogma presidencial como máxima para hacerlo sumamente ineficiente. Usando el lema de que “no debe de haber gobierno rico con pueblo pobre”, el austericidio ha sido una de las peores fórmulas para la recuperación económica.

 

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