Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

3 Nov, 2021

Todo por no escuchar

Todo por no escucharEn una reunión —a finales de octubre de 2018— con el próximo secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, y el próximo jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, los representantes de varias empresas de aviación y transporte le preguntaron a ambos personajes sobre el futuro del aeropuerto de Texcoco y los proyectos de infraestructura que quedaron pendientes antes del próximo gobierno de López Obrador. A estas empresas les preocupaban los anuncios públicos de AMLO con respecto a que se harían “consultas públicas” sobre estos grandes proyectos de infraestructura y la incertidumbre que esto causaba.

Jiménez Espriú, un personaje muy ligado a la UNAM, empresas de infraestructura y el ala nacionalista de la izquierda, creía firmemente en la cancelación de estos proyectos —especialmente el Aeropuerto de Texcoco—, mientras que Romo, un empresario pragmático y “neoliberal”, consideraba necesario darles certidumbre y continuidad a las políticas económicas y de infraestructura que ya funcionaban. Haciendo malabarismos para apaciguar a Jiménez Espriú, Romo aseguró —como lo hizo con representantes de otros sectores industriales— que el aeropuerto de Texcoco continuaría; “López Obrador entiende bien este proyecto, las campañas políticas ya terminaron. No se preocupen”, aseguraba a los presentes.

No obstante la postura de Jiménez Espriú, al menos éste escuchaba atentamente las presentaciones de los empresarios de transporte y pedía más informes sobre temas que le interesaban. Lo mismo Romo, escuchaba y calmaba a los empresarios —al menos temporalmente—. Sin embargo, por más razonamientos a favor o en contra de proyectos como éste u otras políticas públicas, al final, la única voz que contaba era la de López Obrador. Una voz trabada en los mayores años de nacionalismo económico de nuestro país, ahora conducía la orquesta de un gobierno que tenía que tomar decisiones económicas complejas, sin dejar hablar ni escuchar a nadie más.

Tres momentos derivados de esa terquedad mataron el margen de acción económica de un gobierno que se decía transformador. El primero de ellos fue la cancelación —mediante un mecanismo sucio y engañabobos de consulta pública— del aeropuerto de Texcoco. El segundo: la pésima gestión de la pandemia y los nulos apoyos a la clase empresarial —aquella que abarca al 95% de la economía de nuestro país con las pequeñas y medianas empresas—. En tercer lugar, los proyectos de contrarreformas en materia de electricidad y energía propuestos por los radicales del gobierno para volver a un Estado todopoderoso en la materia.

El resultado hasta ahora ha sido desastroso. Años después de aquellas juntas, ya con el proyecto de Texcoco cancelado, Romo y Jiménez Espriú habrían sido ignorados por el Presidente durante ese tiempo y estarían fuera del gobierno. Mientras tanto, la economía se estancó: de acuerdo con estimaciones de datos publicados la semana pasada por el Inegi, el crecimiento del PIB en este sexenio será de 3.6% o 0.6% anual, lo que significa los peores resultados de crecimiento económico en más de 30 años.

El gobierno, con las decisiones unipersonales de AMLO a la cabeza, se dio varios balazos en el pie y mató el sexenio. Todo por la terquedad, la ignorancia y, sobre todo, por no saber escuchar.

 

clm

 

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