Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

27 Oct, 2021

Transformador religioso

 

El personaje político más poderoso del país es el centro moral de la República. Nada lo desvía de su propósito de poder. Las descalificaciones y críticas de sus opositores, los “conservadores de antes”, convirtieron al jefe del Estado en una pera de boxeo político. No obstante, ha sobrevivido a todas como teflón político. Para sus partidarios, nunca ningún Presidente había sido tan atacado como ahora. No obstante, para ellos, continúa con el buen trabajo y es un lujo tener a un Presidente con la alteza moral y ética de los grandes héroes que hicieron patria en un solo personaje. El Presidente es el Estado y el Estado es el Presidente.

 

  • Los que se atreven a criticarlo, los “corruptos conservadores —los mismos del pasado—, no tienen la autoridad moral para ello”. En el pasado encubrieron las corruptelas, el saqueo y los malos manejos en el Estado. Ahora ese Estado retoma la orientación de todas las actividades económicas y políticas; vuelve a ser todopoderoso y virtuoso. El papá gobierno que enseña las virtudes públicas y privadas, siempre con el Presidente a la cabeza. El Estado regula y regala, es el centro religioso. En lo económico, concede y quita, desde proyectos energéticos —como los ductos de gas que conectan a sus principales socios comerciales— hasta proyectos enormes de infraestructura del país —como el aeropuerto internacional—.

Su esposa, piadosa y pura de intenciones, usa el velo religioso, siempre con un rostro misericordioso y caritativo, símbolo de su virtud. Así se ha reunido con líderes religiosos como el Papa. Ella influye en el Presidente solicitando disculpas a los poderes que conquistaron el país en el pasado y busca retomar la gloria del pasado imperial; los tiempos donde el país era grande y las potencias extranjeras no influían en sus decisiones.

Los datos no importan. Es la voluntad del pueblo en voz del líder lo que vale. De él emana la moral pública; de su querida esposa, el intelecto. Cuando era alcalde de la principal ciudad del país, su alta popularidad lo lanzó al estrellato político. Fue perseguido por sus adversarios políticos y enfrentó la ignominia judicial. Después de varios intentos, fundó su propio partido político para, con él como centro, ganar el poder. Posteriormente, pidió un referéndum para afianzarlo.

 

  • En ese largo camino del poder, se consolidó mediante la confrontación con adversarios locales y extranjeros. En lo local, se confrontó con las élites económicas y políticas, los insultó y los relegó. En el plano internacional, siempre consciente de sus socios comerciales, con una mano pedía y con la otra sacudía. Por una parte solicitaba ser respetado y jugador regional y, por la otra, jugaba a la geopolítica con las olas de inmigrantes de sus vecinos en crisis.

La mala gestión de la pandemia causó la confrontación con los liderazgos locales de oposición. Las críticas no se hicieron esperar de alcaldes y gobernadores de oposición quienes, frustrados por las malas medidas, reclaman mejores insumos para enfrentar la crisis. La pandemia se convirtió en el nuevo campo de lucha política en el país.

 

  • Así, Recep Erdogan, presidente de la República de Turquía, populista religioso, ha encabezado por años la “transformación” de su país a costa de la democracia, la unidad y el consenso político. Es, un transformador religioso.

 

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