¿Estamos perdiendo el mundo de la convivencia humana?

Colegio de Contadores Públicos de México, A.C. -
Desde los primeros teléfonos de comunicación por cable, la humanidad festejó la posibilidad real de hablar con personas. Foto: Pixabay
Desde los primeros teléfonos de comunicación por cable, la humanidad festejó la posibilidad real de hablar con personas. Foto: Pixabay

Mtro. Sergio García Quintana, Presidente de la Comisión de Finanzas y Sistema Financiero del Colegio de Contadores Públicos de México y Socio Director GQC

El reporte semanal de horas en pantalla dice cuántas horas diarias en promedio hemos pasado usando el teléfono celular durante los últimos siete días. Quizá sea producto de la pandemia o del home office, los cursos de capacitación o simplemente nuestra forma actual de comunicarnos con compañeros de la oficina, familiares o amigos, pero ¿Cómo fue que dejamos de convivir con personas reales a nuestro alrededor?

Desde los primeros teléfonos de comunicación por cable, la humanidad festejó la posibilidad real de hablar con personas que se encontraban a cientos o miles de kilómetros de distancia, ahorrando tiempo y dinero y de esta forma hizo posible operaciones comerciales, negocios, noticias y hablar esporádicamente con familiares y amigos, con una frecuencia y costo que permitía la importancia del asunto a tratar.

La evolución tecnológica en las telecomunicaciones trajo un nuevo comportamiento con el uso de los teléfonos celulares, los primeros eran muy grandes y había pocos usuarios, el costo de aparato y del mantenimiento de la línea fue disminuyendo y la demanda aumentando, por lo que el número de usuarios se incrementó exponencialmente. Los adultos y los jóvenes fueron los primeros usuarios, después los adultos mayores y los niños.

Las razones de su utilización están alimentadas por la necesidad de estar integrados en grupos de familiares, trabajo, amistad, aficiones, excompañeros de escuela o equipos deportivos, asociaciones, clubes, etc. Los objetivos comunes o la pertenencia a esos mismos grupos harán un lazo de comunicación incrementando la frecuencia de saludos. 

Desde el saludo de buenos días hasta el de las buenas noches a los seres queridos, pasando por mensajes intermedios de trabajo, noticias, videos políticos y deportivos, cómicos o al menos divertidos, y en la noche los mensajes de la hora aproximada de llegada al hogar o algún mensaje para pasar por algún pendiente de la despensa.

Las aplicaciones dentro de los teléfonos celulares permiten solucionar cualquier necesidad; pedir servicios de comida, transporte, música, correo, directorio, juntas, reuniones, clases de música, gimnasia, baile, películas, conciertos, guía turística, rutas de acceso a domicilios, restaurantes, cines, plazas, empresas y sus horarios de atención a clientes, y poco a poco lo que se vaya incorporando. 

Las actividades que usualmente hemos ido incorporando con el uso del teléfono celular han modificado la forma de convivir con otros seres humanos, pues desde antes de la pandemia del COVID 19, era frecuente ver a los asistentes de una comida o cena  sentados en la misma mesa pero cada quién mirando sus propios celulares, al igual que los pasajeros del transporte público aislados con sus audífonos y mirando su teléfono, las personas caminando en la calle o en los centros comerciales o paseando a las mascotas en el parque o manejando el coche y a la vez, contestando los mensajes en su dispositivo móvil.

Ciertas opiniones dan pauta a tomar nuevas decisiones; la participación de jóvenes y niños en grupos y la expresión de opiniones por experiencia, conocimientos o simplemente por sus preferencias de credo, política o sentimental, ha llevado a crear lazos más afectivos con relaciones quizá más fuertes que las consanguíneas que, por ausencia de los padres trabajadores, se fueron creando en algunos niños “llave en mano” que se muestran ahora más independientes y libres de tomar su destino en sus manos, con el supuesto apoyo de sus amigos y los enfoques correspondientes a su generación.

Uno de los conceptos más actualizados de Erich Fromm incluido en su libro El miedo a la libertad, es la influencia que tiene en nosotros la opinión y comportamiento de los grupos sociales a los que pertenecemos, la forma en que vamos actuando y haciendo actividades similares al grupo y dejando de ser uno mismo y más ellos.      

Si por un momento pudiésemos tomar un descanso, apagar las pantallas chicas, medianas y grandes, es decir, el teléfono celular, la computadora y la televisión y pudiésemos navegar entre nuestras viejas cosas; sentarnos en la sala con uno de los libros que están en la pila de libros por leer, poner un disco de música tranquila, relajarse, respirar hondo y pensar con calma lo que hemos dejado pendiente de hacer y que nos gustaría finalmente dejar concluido. Ponerse los pants y los tenis, salir a caminar con las manos vacías, pasar entre los árboles y las flores, sentarse en una banca y ver nuestro alrededor, descubrir lo que hemos dejado de ver por tener la mirada permanentemente en las pantallas. Mirar las nubes, la gente y quizá sentir el viento y escuchar los viejos y los nuevos ruidos de la naturaleza. Conectarnos con el mundo sin redes de telecomunicación.

Buscar entre nuestras cosas la esencia de nuestros gustos, mirar a los ojos a nuestros familiares, regalarles nuestra atención y disfrutar su plática, sus gestos y enterarnos de los acontecimientos que en otros momentos solo hemos oído pero que no hemos escuchado por estar ocupados con algún dispositivo electrónico.

Darnos un momento para escuchar nuestro mundo y fortalecer los lazos que nos unen con nuestros seres queridos, amigos, sueños, asuntos pendientes y hacer el replanteamiento de nuestros planes, deseos y nuevos retos.

La conexión con el mundo actual y sus medios de telecomunicación ha traspasado espacios y ahora se puede “estar presente” simultáneamente en muchos lugares lejanos, en diferentes países o continentes, pero de este modo al alcance de la mano en un dispositivo, que nos permite hablar y ver a las personas que están dentro de la pantalla.

Es necesario mantener un equilibrio entre el tiempo de pantalla, el dedicado a la actividad laboral y social, y el dedicado a la convivencia directa y física cercana a los seres humanos, con actividades sociales, deportivas, artísticas, culturales, educativas y todas aquellas que nos permitan “anclarnos” con la tierra y mantener esos lazos que se dan únicamente entre los seres vivos estáticos y con movimiento.

Preocuparnos por hacer lo posible y hasta lo imposible por mantenerlo y revertir el deterioro que le hemos hecho a nuestro mundo en los últimos 200 años. La conciencia de sabernos rebasados por nuestra dependencia tecnológica en las relaciones personales no debería exceder el límite de que estos dispositivos son herramientas de apoyo para facilitar la actividad humana sin substituir a los seres humanos al interactuar con bocinas inteligentes y sus asistentes incluidas que adicionalmente se convierten en una conciencia de respuestas programadas.  

Es momento de replantearnos cómo queremos convivir. 

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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