¿Tienes miedo a ser tacaño?

De finanzas y otros demonios -
La próxima vez que te digan codo o tacaño, pregúntate si abstenerte de la compra a la que se refieren produce algún daño a ti, a tus seres queridos o a la sociedad en su conjunto. Foto: Flickr de Leon Riskin [CC BY-NC-SA 2.0]
La próxima vez que te digan codo o tacaño, pregúntate si abstenerte de la compra a la que se refieren produce algún daño a ti, a tus seres queridos o a la sociedad en su conjunto. Foto: Flickr de Leon Riskin [CC BY-NC-SA 2.0]

Después de mucho insistir, mi amiga finalmente aceptó la invitación del pretendiente para salir a tomar un café. Su sorpresa fue inmensa cuando el tipo la llevó a un Oxxo y ahí le compró un café de máquina que se tomaron en una banca del establecimiento. Mi amiga no volvió a salir con él jamás, pero ¿por qué? A fin de cuentas, cumplió su palabra y puso un café caliente en sus manos, ¿o no?

Una respuesta podría ser que en la etapa de cortejo se espera que el candidato se muestre generoso y lleve a la chica a lugares románticos. Las aves macho visten plumas de colores llamativos para atraer a las hembras, y los humanos macho exhiben sus billetes de colores con el mismo fin. A este hombre le auguro poco éxito romántico si no espera cuando menos un par de meses para convencer a su chica de que un café no tiene por qué beberse en un establecimiento caro para ser delicioso.

Tacaño, codo, miserable, mezquino, avaro: nadie quiere ser merecedor de estos apelativos, no sólo por desagradables, sino también porque generan un estigma real que puede tener consecuencias negativas.

En el caso anterior, la soltería forzada o, por ejemplo, si un abogado se niega a comprar trajes y viste de jeans y camisetas con agujeros, tendrá una imagen poco seria y esto perjudicará su profesión. Quizás quienes no “disparan” ni en defensa propia (es decir, nunca invitan nada a sus amigos) suelen tener menos suerte en la amistad que aquellos que de vez en cuando se muestran espléndidos.  

El problema es que a veces es difícil distinguir al verdadero tacaño de una persona bien administrada que sabe ajustarse a la sociedad para que sus finanzas no le echen a perder su vida social. La palabra se usa para ambos casos, porque nuestra sociedad es demasiado consumista y suele perder el rumbo.

¿Alguna vez hiciste alguna tontería en la infancia porque te dijeron gallina? La palabra “tacaño” tiene el mismo efecto en los adultos. Con tal de que no ser llamados “codos” la gente comete errores financieros continuamente.

Por ejemplo, hace una semana mi vecino me llamó coda porque no tengo televisión por cable. Pero esto es ser frugal, no tacaña; conozco las diferencias fundamentales.

Frugalidad es gastar tu dinero con habilidad, buen juicio y prudencia, evitando el desperdicio, la extravagancia y el derroche. La persona frugal optimiza sus recursos teniendo en cuenta también a quienes le rodean y a la sociedad en general. El frugal, en pocas palabras, usa el dinero para mejorar su bienestar y el de los demás.

La persona tacaña, en cambio, ve el dinero como un fin en sí mismo, por lo que sus decisiones financieras carecen de objetivos ulteriores como la felicidad, la generosidad y la nobleza de espíritu. El tacaño no disfruta su dinero, o lo disfruta a costa de los demás, y su obsesión por acumularlo hace a otros desdichados.

Hay una serie muy popular que se llama “Tacaños extremos”. Muchos califican de patéticos a quienes aparecen en el programa, simplemente porque están obsesionados con ahorrar. Por ejemplo, aparece una pareja que comparte el hilo dental y los hisopos para oídos. El ahorro es mínimo y muy asqueroso, pero al menos no dañan a nadie y generan menos basura. También entrevistan a un tipo que se acerca a otras mesas en los restaurantes para pedir a los comensales las sobras de su comida. Este último puede provocar incomodidad a otros y, por lo tanto, está siendo mezquino.

Una persona que opta por andar en bicicleta en lugar de manejar un auto es frugal, porque su decisión no solamente es benéfica para su propia calidad de vida y salud, sino también para la calidad del aire que todos respiramos. Si yo no tengo televisión por cable y leo un libro en lugar de ver una telenovela, no solamente mejoro mi calidad de vida, sino que beneficiaré a otros con una conversación más nutrida y provechosa.

Pero ser generoso y convertir el dinero en una herramienta para el bienestar es una habilidad que se desarrolla con el tiempo y no es tan simple como parece. Por ejemplo, una amiga mía disfrutaba gastándose la mitad de su sueldo en ropa para su familia. El problema era que su familia ya tenía suficiente ropa, mi amiga no tenía ahorros, y cuando su madre enfermó, no pudo ayudarla para pagar sus gastos de medicinas. Ser generoso sin planeación y previsión puede hacernos ineficaces para nuestros seres queridos cuando más nos necesitan.

La próxima vez que te digan codo o tacaño, pregúntate si abstenerte de la compra a la que se refieren produce algún daño a ti, a tus seres queridos o a la sociedad en su conjunto. Pregúntate también si esa compra satisface una necesidad real o si generará un bienestar duradero. ¿Hay alguna manera más barata de lograr lo mismo? Si es necesario, tómate tu tiempo para investigar las respuestas a estas preguntas. Recuerda que buena parte de tu bienestar depende de tu habilidad para distinguir entre lo necesario y lo trivial.

Seguro habrá ocasiones en que la presión para no parecer tacaños justifique uno que otro gastillo superfluo. La clave está en el equilibrio y en estar conscientes de que, en nuestra búsqueda por la libertad financiera, estamos haciendo más libres también a las personas que amamos y a la sociedad a la que pertenecemos.

*DR

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
Icono de te puede interesar de en dineroenimagen

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR