El pensamiento económico a través del tiempo

Economía Real -
El trabajo del economista formal surge en la modernidad, cuando se acuerda una vía alternativa: juzgar al individuo como alguien que realiza transacciones siempre buscando una ventaja. Foto: Especial
El trabajo del economista formal surge en la modernidad, cuando se acuerda una vía alternativa: juzgar al individuo como alguien que realiza transacciones siempre buscando una ventaja. Foto: Especial

Cuando el paradigma dominante en una ciencia es rebasado por la realidad, se abre una ventana de oportunidad para aquellos que han dedicado su vida a buscar explicaciones alternativas sobre los fenómenos naturales y sociales. Cuando se descubren vacíos en la teoría dominante existente, nuevas ideas emergen para desplazar a las dominantes o existir paralelamente a ellas.

Robert Heilbroner nos relata en su libro “Los Filósofos Mundanos” la historia de los hombres que dieron forma al pensamiento económico desde la antigüedad hasta nuestros días. Lo que lograron fue tan poderoso como los edictos de un déspota o el levantamiento de sociedades inconformes; tomaron el mundo como objeto de estudio y desde distintas ópticas construyeron una aproximación que explicara su realidad.

El autor comienza con una descripción de la sociedad primitiva y sus diferencias con la moderna. Existe en los humanos un conflicto entre su naturaleza egoísta y su psique cooperativa. Para remediarlo, en un la etapa primitiva la adquisición de bienes obedecía a la tradición, a las decisiones de una autoridad o a la pertenencia a un estrato social (esclavo/no esclavo, feudo/vasallo).

El trabajo del economista formal surge en la modernidad, cuando se acuerda una vía alternativa: juzgar al individuo como alguien que realiza transacciones siempre buscando una ventaja, ya sea al vender o comprar. La búsqueda de una ganancia personal aparece en la etapa moderna de la historia, no algo intrínseco a la naturaleza humana. Así, el autor rechaza la idea del homo economicus, de la misma forma en que lo hace Karl Polanyi en su libro “La Gran Transformación”. Este hecho permitió el surgimiento de una nueva clase mercantil y del sistema de mercado, así como el decaimiento del papel absoluto tanto de la autoridad como de la tradición en la búsqueda de la satisfacción de las necesidades de la sociedad.

En el tercer capítulo, Heilbroner destaca las aportaciones de Adam Smith, quien se preguntaba qué es aquello que guía a una empresa a ajustarse a las exigencias del grupo sin necesidad de una autoridad central. Esta preocupación llevó a Smith a formular las leyes del mercado, las cuales nos muestran cómo el interés del individuo lleva a la competencia por producir los bienes que la sociedad demanda a los precios que puede pagar. La competencia es el regulador de quienes buscan enriquecerse vendiendo a precios altos o pagando bajos salarios. De ahí la elegante metáfora de Adam Smith sobre una mano invisible que parecía guiar los intereses individuales en la dirección más favorable para toda la sociedad.

En el capítulo siguiente, el autor describe las aportaciones del economista inglés David Ricardo, para quien el mundo económico se encontraba en constante expansión. "Cuando el capital se acumula, nuevas fábricas son construidas y la demanda por trabajadores se incrementa”.  Para Ricardo el hecho de inundar el mercado de bienes era imposible, pues siguiendo la lógica de Jean Baptiste Say, joven economista francés, el costo de cada bien producido era parte del ingreso de alguien más, ya sea en forma de salarios o utilidades. Por tanto, la expansión de la oferta traería consigo una expansión de la demanda, evitando una crisis económica. De igual forma, quedaba eliminada la posibilidad de que el capitalista ahorrara sus utilidades por alguna razón diferente que la de invertir en más fábricas y equipo, pues siempre encontraría compradores a quien venderle su producción.

Sin embargo, casi un siglo después, John Hobson llegó a una conclusión distinta, Hobson se concentró en explicar las consecuencias de la extrema desigualdad de la riqueza presente en el capitalismo. “La desigualdad de ingreso llevaba a un extraño dilema, una situación paradójica donde ni ricos ni pobres podían consumir los suficientes bienes. Los pobres no podían consumir porque su ingreso era demasiado poco y los ricos no lo podían hacer porque el suyo era demasiado grande” menciona Heilbroner. Para despejar la economía cada bien debía tener un comprador pero para Hobson, a diferencia de los postulados clásicos de Ricardo y Say, esto era imposible dadas las restricciones del ingreso en los pobres y los límites en el consumo de los ricos. En consecuencia, los ricos se veían forzados a ahorrar pero dichos ahorros no podían ser invertidos en aumentar la producción ya que esto inundaría el mercado de bienes para los cuales no existía demanda. Allí se encuentra la esencia del imperialismo. El superávit de riqueza tenía que ser puesto en algún lugar, todo ese flujo debía ser transportado a mercados extranjeros, colonizando aquellos lugares donde el mercado aún no se integraba a la economía mundial.

A mediados del siglo XIX, la estructura de la economía había cambiado, la posibilidad de ahorrar se expandía a una parte cada vez mayor de la sociedad. Cada vez más individuos podían tener participación en alguna empresa usando sus ahorros y las finanzas tomaron un papel central en la generación de utilidades tanto para la empresa y sus accionistas. El ahorro y la inversión se separaron y ello introdujo problemas en la economía. Cuando el panorama de la economía parecía desafortunado, el espíritu de invertir desvanecía. Es aquí donde surge la posibilidad de una depresión, ilustrada por John Maynard Keynes, en su libro “Tratado sobre el dinero”. La idea principal de dicho libro era bastante intuitiva: Si nuestro ahorro no era invertido expandiendo la empresa, nuestro ingreso estaba destinado a caer. Junto con su otra obra “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”, Keynes alcanzó una fama comparable a la de Adam Smith y Karl Marx.

Heilbroner concluye su libro recordándonos la importancia del pensamiento económico: la economía no es solo una ciencia lúgubre llena de ecuaciones y sistemas complejos. No puede reducirse, como las ciencias naturales, a un puñado de leyes que traten de explicar y predecir el comportamiento social. Mientras los humanos posean la capacidad de cambiar su voluntad, es necesario de una visión previa al análisis que comprenda los paradigmas dominantes y sus variaciones a lo largo de la historia, así como los vacíos que pueden dar lugar a nuevas soluciones.

*gl

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