Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

9 Dic, 2020

Divide y vencerás

Los regímenes político-populistas en distintas partes del mundo usan técnicas de comunicación orientadas a segmentar y dividir a las audiencias de acuerdo con los mensajes a colocar. En un fenómeno de posverdad posmoderna, la verdad basada en evidencia no es lo que cuenta, sino los sentimientos, las narrativas y el punto de vista subjetivo.

En esa dinámica, algunas redes sociales juegan un papel fundamental. En un giro inesperado para lo que inicialmente fueron creadas, redes sociales como Twitter, Facebook y hasta YouTube son ahora manipuladas para enviar mensajes que crean narrativas políticas convenientes para un gobierno o sector político. En un inicio, estas redes fueron creadas para conectar personas, pero ahora generan mayor desconexión a través de la polarización de ideas.

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En conversaciones que he tenido con diversos expertos en redes sociales, comunicación y análisis político como Pablo Majluf y Leo García, coinciden en que las redes son un arma de doble filo: por una parte conectan, pero por otra son utilizadas para generar narrativas polarizantes. Un ejemplo es que, desde el equipo de comunicación del gobierno del presidente López Obrador, se crean narrativas diarias a través, principalmente, de la deslegitimación de los mensajeros, no obstante que tan válido o cierto sea su mensaje.

Este no es un fenómeno exclusivo del gobierno. En un reciente episodio en Twitter, la analista progobierno Estefanía Veloz fue linchada en Twitter por publicar un video en Tik Tok relacionado con el aborto. Sin entrar en los méritos del mensaje o su validez, los mensajes que recibió durante varios días han sido desmesurados. A su vez, al quite entró otra red de usuarios progobierno que buscaron contrariar las narrativas en su contra. Es este un perfecto patrón de polarización sin mayor sustento, de una u otra parte, que el fragmentar.

Lo interesante es que estos movimientos, manipulados u orgánicos, no debiesen tener teóricamente un efecto tan profundo en democracias como la nuestra. Sin embargo, lo tienen. Su impacto se hace sentir no tanto por sus efectos inmediatos en las redes sociales, sino al trasladase a otros medios como WhatsApp. El sectarismo vende, sobre todo en tiempos de sequía. Lo mismo sucede con algunos personajes en redes como YouTube; algunos de ellos tienen más impacto monetizable que otros medios. Su monetización se hace a través de la publicidad así que, entre más morbosa la noticia, más redituable.

¿Qué lecciones podemos aprehender de todo esto?  En un país con pocos lectores, los contenidos audiovisuales son más efectivos, al menos en México. A veces, en política vale más un video, con o sin sustento científico o de hechos reales, en YouTube bien posicionado que muchos desplegados bien pensados en otro medio.

La otra lección es que la división y polarización puede llevar a un lugar muy peligroso. Entre más divididos diversos sectores de la población, mayor resentimiento hacia los “otros”. Esto eventualmente puede llevar a un punto de no retorno, donde se verá a los “otros” como un ente etéreo, deshumanizado, tal y como se hace en cualquier guerra.

Por eso es importante se emitan mensajes de unidad desde las más altas esferas del poder político. De lo contrario, no habrá vuelta de hoja.

 

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