David Páramo

Análisis superior

David Páramo

27 Ago, 2012

Adiós, don Roberto

Es prácticamente imposible pensar en la historia empresarial de México sin la figura de don Roberto González Barrera, quien falleció el fin de semana víctima del cáncer.

Un hombre que siempre combinó un elevadísimo nacionalismo con una férrea dirección de empresas; que conjugó el patriotismo e institucionalidad con la convicción de que las empresas mexicanas no sólo tienen capacidad de competir en México, sino de ganar en el mundo.

Para celebrar una de las vidas más exitosas en el sector empresarial de México se tiene que ir mucho más allá del recuento de los éxitos empresariales, sino recordar aquellos rasgos tan destacables de su carácter.

Un hombre que no era amigo de las entrevistas, pero que siempre tenía una opinión clara y determinada sobre los temas; que, en no pocas ocasiones, hacía saber a través de sus directores generales, entre los que menudean una gran cantidad de ex servidores públicos.

Maseca comenzó como un pequeño productor de harina de maíz para producir tortillas y hoy es una de las más grandes multinacionales de capital mayoritariamente mexicano.

Que no sólo tiene plantas de producción en prácticamente todos los continentes, conquistando mercados como el de los nachos en Estados Unidos o el de los wraps en el Reino Unido.

Muchas historias pueden construirse sobre la institucionalidad de don Roberto. Si bien siempre fue un priista convencido, los gobiernos de Acción Nacional jamás le pueden reclamar que no haya trabajado a su lado para lograr un México mejor, más próspero.

Siempre encontraron en él a un hombre comprometido con el desarrollo empresarial del país, desde un punto de vista altamente institucional y comprometido con las mejores causas nacionales.

Cuando el gobierno populista de Hugo Chávez amagó con expropiar los bienes de Maseca en Venezuela, González Barrera dedicó una gran parte de su energía a encontrar la manera de trabajar con ese gobierno, hasta el punto de crear cámaras de comercio y puentes de buena voluntad entre los empresarios mexicanos y el gobierno sudamericano.

De su amor por México pueden decirse una gran cantidad de cosas; sin embargo, sólo bastaría ver las campañas de publicidad de Maseca (entre otras cosas patrocinador oficial de la Selección Mexicana de Futbol), siempre ligadas al apego al maíz y la tierra.

También están las obras sociales como la fundación Cerralvo, su tierra natal, destinada al apoyo a los jóvenes menos favorecidos.

En finanzas

Dentro del sector financiero, don Roberto dejó una huella indeleble.

Cuando decidió participar en la privatización bancaria fueron muchos quienes lo voltearon a ver por encima del hombro. “¿Qué hace este tortillero metido a banquero?”, dijo más de alguno con profundo desprecio.

No faltaron “analistas” que dijeran que era un error vender Banco Mercantil del Norte (en ese momento el más pequeño de los entonces 18 bancos que operaban en el país) a un hombre sin experiencia. Pocos años se necesitaron para darse cuenta del grave error que habían cometido.

Muy rápido aparecieron los fraudes, si no los errores, que derivaron en la crisis financiera de 1995. En alguna plática con él, le pregunté cuál era la diferencia entre él y los demás.

Siempre sobrio e inteligente respondió que como él no sabía nada de bancos estaba estudiando cómo operaban cuando los demás se pusieron a prestar. No hacía falta decir más.

Hoy Banorte-Ixe no sólo es la única institución que sigue en las manos que fue privatizada, sino que hoy es el tercer grupo financiero más importante del país, sólo atrás de Bancomer y Banamex, tradicionalmente los dos titanes del sector.

Para don Roberto siempre fue una divisa la característica de ser un banco que tomara las decisiones en México. Que tuviera su matriz en el país y, por lo tanto, reinvirtiera sus utilidades en territorio nacional.

No sólo se trata de una posición comercial o en busca de una diferenciación, sino una convicción personal que ha sido tomada como divisa por todo su grupo financiero.

Su oposición a la extranjerización de la banca mexicana puede distinguirse por hechos como la creación de la Unifim, que desde su fundación ha tenido la sombra de que pretende dividir a la ABM.

Curiosamente siempre fue reacio a que sus directores generales fueran presidentes de este gremio. El único fue Othón Ruiz Montemayor.

No es casual que el primer nivel de Banorte-Ixe esté integrado por ex funcionarios públicos como Guillermo Ortiz y Alejandro Valenzuela, quienes desde antes de su paso a la iniciativa privada eran grandes críticos de lo que llaman la extranjerización del sistema de pagos.

Atrás de esta posición siempre ha estado el profundo nacionalismo de don Roberto.

Sucesión

No es el momento de pensar en los ajustes que necesariamente se tendrán que hacer dentro de los grupos empresariales que encabezaba González Barrera; sin embargo, es fácil suponer que hoy habrá una cierta preocupación en los mercados sobre la continuidad de las empresas.

El cáncer le fue detectado prácticamente hace un año a uno de los patriarcas más importantes en la historia del país, de ahí que fueran tomándose previsiones desde el punto de vista corporativo.

De hecho, en Maseca la institucionalización ya era totalmente un hecho por diversos ajustes que realizó el consejo de administración y la asamblea de accionistas.

En grupo financiero Banorte-Ixe era claro que desde la llegada de Ortiz Martínez la institucionalización no era un tema que debiera tratarse como una preocupación. Ahí están los procesos y las exitosas formas de operación.

Hace unos meses hubo quienes especularon en torno a la sucesión testamentaria y quiénes representarían el capital. Uno de los nombres que más suenan es el de Carlos Hank González, sin duda el nieto más cercano a don Roberto.

Sin embargo, en este punto lo más relevante es celebrar la vida de uno de los más grandes mexicanos en la historia empresarial.