La gestión del dinero en México: Pesos, dólares y tumines

¿Cuál es la razón de que México tenga un banco central con poder monopólico sobre la oferta de dinero externo?
Opinión -
Se ha generalizado la idea de que antes del Banco de México el sistema monetario mexicano era bastante caótico. Foto: Dinero en Imagen
Se ha generalizado la idea de que antes del Banco de México el sistema monetario mexicano era bastante caótico. Foto: Dinero en Imagen

Oficialmente la misión del Banco de México es “preservar el valor de la moneda nacional a lo largo del tiempo”. Dicho enunciado, sin embargo, asume implícitamente que debe existir una moneda nacional, pero  no especifica por qué  ni para qué. ¿Cuál es la razón de que  México tenga un banco central con poder monopólico sobre la oferta de dinero externo? La respuesta rápida es contestar con un “es necesario, no hay de otra”, la respuesta larga abunda con un “es necesario, no hay de otra, a menos que prefieras un sistema monetario resquebrajado e inestable”. Mi intención con este breve artículo es persuadir que sí hay de otra, que existe una alternativa.

Una revisión a grandes rasgos de las distintas posturas respecto al papel del Banco de México en la actualidad revela la existencia de dos grupos bastante distinguibles: 

1) Una ortodoxia que pregona el papel de Banxico como garante de la estabilidad macroeconómica mediante su actuar como estabilizador de la inflación.

2) Una heterodoxia que mantiene que nuestro banco central debe tomar un papel más activo en la promoción de otros objetivos, como por ejemplo el impulso al desarrollo económico vía una política monetaria más laxa. 

Estas dos posiciones presuponen de inicio que es necesario un banco central y sólo difieren en cuanto a los objetivos e instrumentos que éste debe tener. Estas alternativas, y el debate que las acompaña, son sólo símiles de una discusión teórica internacional de mayor amplitud. La discusión nacional, sin embargo, cojea respecto a que no se ha tomado en cuenta una tercera opción, que a fechas recientes ha ido ganando momentum en los espacios académicos y políticos de Estados Unidos y Europa [1]. Me refiero a la idea de “competencia en la oferta monetaria”, que en síntesis sostiene que el mercado monetario no posee ninguna particularidad que lo distinga y que le amerite estar controlado por una entidad monopólica central de carácter nacional.  

Competencia externa e interna de Banxico

Resulta paradójico que en un país como México -en vías de desarrollo y con una historia monetaria bastante sui generis- no haya surgido inquietud para desafiar el status quo en el pensamiento monetario. En la actualidad, sin embargo, podemos encontrar dos claros ejemplos y manifestaciones de cómo Banxico ha sido retado en su concepción de entidad monopólica:

Competencia externa: Dólar. Los mexicanos estamos acostumbrados a reconocer que el peso es una moneda menor dentro de la geografía monetaria mundial. Por ende, uno de los indicadores al que solemos poner bastante atención en el quehacer diario es precisamente el tipo de cambio peso-dólar estadounidense, la moneda hegemónica mundialmente.   

Competencia interna: Tumín. A recientes fechas también ha sido publicitada la existencia de monedas paralelas de emisión y circulación nacional. El Tumín, una moneda local de la sierra de Papantla en Veracruz, se conformó en el año de 2010 con el fin de incentivar la actividad económica de aquella comunidad [2].  

A continuación desmitificaré la concepción dominante que asume como necesaria la existencia de una moneda nacional y un banco central monopólico con la capacidad de gestionarla. Procederé desarrollando argumentos con base en tres perspectivas: Economía política y el mito de la soberanía nacional; Historia monetaria y el mito del caos antes de Banxico; Teoría económica y el mito del dinero como bien público.

El mito de la soberanía nacional

Existe una noción de que el dinero no sólo es un medio de cambio y que sus funciones van más allá de lo puramente económico, que la moneda en sí misma representa la caracterización de la soberanía del Estado en lo que corresponde a su capacidad de autodeterminación. Tal ideario se sitúa en lo que podemos llamar una concepción “westfaliana” de la geografía monetaria, en tanto establece una relación íntima entre Estado-nación y dinero. Para esta perspectiva resulta normal (y necesario) que cada nación cuente con una moneda propia. 

Como todo aquello que se fundamenta en la concepción romántica de la “soberanía nacional”, también esta visión holística del espacio monetario resulta insatisfactoria para entender las relaciones humanas. Un claro ejemplo de esto son los graves problemas de dolarización en diversos países en vías de desarrollo que cuentan con una moneda propia,  pero que es endeble y que sólo perdura en base a una obstinación nacionalista: la población local prefiere la solidez de una moneda extranjera al falso decoro de comerciar con el billete nacional, generalmente grabado con una efigie del héroe nativo. 

Comparativamente este fenómeno es limitado en México respecto a otros países latinoamericanos –algunos dolarizados de jure como El Salvador, Ecuador y Panamá y otros con altos porcentajes de dolarización de facto como Nicaragua, Uruguay, Perú y Argentina. Sin embargo las cifras mexicanas pueden ser engañosas: la circulación de dólares en el país no necesariamente esta “bancarizada” -entiéndase el gran mercado negro e informal del país- y por ende el fenómeno real puede no estar capturado por las cifras oficiales. Un ejemplo puede ayudar a vislumbrar mejor la cuestión: en la frontera norte y en las zonas turísticas del país, donde por inercia el dólar fluye de manera legal con mayor facilidad, la unidad de cuenta bajo la cual se realizan las compras fuertes, de negocios y de compra de activos – compra de casas, carros, etcétera,- es el dólar no el peso.

El mito del caos monetario pre-Banxico

Un segundo mito hace gala del relativo poco interés que se cierne sobre la historia económica como disciplina. Economistas y población en general gustan de contextualizar su opinión bajo el cobijo de lo presente. Tradicionalmente se utiliza el argumento de que la banca central surgió debido a una propia evolución del mercado, y que dicha institución corrigió los problemas de inestabilidad monetaria y financiera. Para el caso de México se ha generalizado la idea de que antes del Banco de México el sistema monetario mexicano era bastante caótico

Como todo mito, se entremezclan tintes de verdad con entelequias.  Es innegable que existieron problemas importantes en la formación del sistema monetario y financiero mexicano, la falsedad surge cuando se culpa de esta cuestión al esquema de competencia en la emisión de billetes. 

El primer banco en forma de México fue el Banco de Londres, México y Sudamérica que se estableció en 1864 bajo una normativa que no diferenciaba a los bancos de cualquier otro negocio. El segundo banco nacional que se estableció en la capital fue el Banco Nacional Mexicano, que se conformó en 1881 con capital francés y con garantía del gobierno de México de recibir privilegios -en especial el de que sus billetes serían recibidos para el pago de impuestos- con la condición de que éste se convirtiera en un banco de Estado y que le otorgara créditos constantemente. Este modelo de incentivos perversos rápidamente degeneró en la crisis de 1883 [3]

A raíz de ésta, se intentó culpar a la competencia bancaria de la crisis y se quiso imponer una ley bancaria que privilegiara aún más al que a partir de entonces, pasó a ser el Banco Nacional de México (Banamex). La legislación fracasó en tanto no tomó en cuenta los intereses de los estados, pero a partir de 1897 y hasta la Revolución se siguió un modelo financiero bastante particular que se sostenía vía monopolios estatales en la emisión de dinero a ciertos bancos “elegidos”. Dicho sistema no puede ser pensado como uno de libertad bancaria en tanto estaba fuertemente regulado e intervenido por intereses políticos.

La leyenda de la inestabilidad monetaria pre Banxico, sin embargo, se sustenta en el periodo revolucionario. Se pasa de largo que dicho caos era resultado no de un esquema de banca libre verdadero sino que era la consecuencia lógica de un país desgarrado por una guerra civil a varios bandos y con distintos intereses.  

Banco de México surgió en 1925 -aunque desde la constitución de 1917 y antes ya existía el interés político por constituirlo- no como resultado de un debate sobre su factibilidad,  sino debido al contexto económico-político de la época. Internacionalmente, el esquema de banca central fue vendido por Inglaterra y Estados Unidos como la panacea y fue utilizado como herramienta de política internacional; localmente la idea fue comprada en tanto compaginaba con el creciente interés de “construir una nación” en donde se hacía alusión a la necesidad de tener una moneda propia de control gubernamental y al aliciente de contar con una fuente segura de financiamiento.   

El mito del dinero como bien público

Resulta aún más paradójico  el encontrar a economistas que justifican el monopolio monetario con base en la noción de que el dinero es un bien público.  Esto es evidentemente falso en tanto tal bien no presenta las características necesarias para considerarlo como “público”: existe rivalidad en su consumo y se puede excluir en su oferta a los consumidores [4]. Mas esta línea argumentativa recurre a una definición diferente de la convencional y apela al inverosímil supuesto de que en este caso el gobierno sí provee “mejor” dinero que el mercado.

Esta idea surge a partir de dos cuestiones: 

1) Se asume un enfoque de “arriba hacia abajo” de la economía en el que el dinero es una institución exógena a la sociedad y la cuál es posible afinar vía un banco central. 

2) Se presupone que en libertad, el mercado monetario es inestable y con tendencias a crear inflación.  

Como respuesta a las anteriores interrogantes es necesario señalar varios puntos. Primero, que el dinero se origina espontáneamente a raíz del accionar humano dentro de una sociedad, no debido al designio de un líder o un creador que pensase qué es el dinero.  Segundo, que no hay razón teórica para suponer una fragilidad inherente al mercado de dinero que no permita sea provisto por privados en un marco de competencia. Los principios microeconómicos que permean a las empresas en N industria también aplican al negocio bancario [5]. Por último, la evidencia empírica tampoco es contundente – como se vio antes para el caso de México- y no avala el dictamen favorecedor hacía la existencia de un banco central [6].

A manera de conclusión

¿Qué se necesitaría para promover un régimen de competencia privada en México? No hace falta, como se podría suponer, el privatizar o eliminar a Banxico. Los primeros mínimos pasos que se tienen que dar serían: 

1) Eliminar la reglamentación que otorga privilegios al peso, vía su status como moneda de curso legal.

2) Derogar la legislación que no permita la circulación libre de monedas alternativas en el país, extranjeras o nacionales. 

 

Notas:

[1] Véase “El debate sobre el control de la emisión de dinero a través de la historia. Entre el monopolio estatal y la libre competencia privada” en donde evalúo en el tercer capítulo el debate teórico sobre regímenes monetarios ideales en el siglo XX.

[2] Curiosamente el tumín a pesar de fungir como moneda paralela, tiene como misión emular las prácticas de cualquier banco central,  pero restringido a una comunidad local. Entiéndase, quiere constituir un área de circulación monetaria en la localidad con el  propósito de aumentar el comercio y la actividad económica de la zona; quiere instituir un obstáculo al comercio de dicho pueblo con el resto de la nación. Es en esencia una medida proteccionista,  más afín al concepto de moneda nacional y de bancos centrales que a una visión de libertad y competencia monetaria.  

[3] Próximamente en Paradigmas aparecerá un ensayo en los que se describe a grandes rasgos las particularidades de ésta crisis y el papel que jugó el gobierno porfiriano en su gestación.  Para una revisión amplia de historia financiera en México sugiero se consulte The Power and the Money de Noel Maurer. 

[4] En mi artículo pasado abundé sobre la definición de bienes públicos. Incluso  aún si lo fuera -que no lo es-, como lo dije en dicho ensayo, no existe razón alguna para suponer que el gobierno pudiera proveerlo de manera más eficiente. 

[5] Para abundar sobre teoría microeconómica de la banca de emisión véase Selgin para un esquema de banca libre clásico y Klein y Hayek para un esquema de competencia privada de moneda fiat. 

[6] Los dos estudios comparativos más importantes entre banca central y banca libre son aquellos de Cameron y White para los casos de Escocia e Inglaterra. Una visión antagónica y diferente la presenta Goodhart

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