Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

23 Sep, 2013

Nintendo

Amediados de los años 80, una tiendita de mi colonia se convirtió en la sensación cuando instaló una máquina tragamonedas tipo arcade que todo el día congregaba a un enjambre de chamacos esperando turno para probar suerte en Donkey Kong Jr., título surgido en 1982 de la imaginación de Shigeru Miyamoto (premio Príncipe de Asturias 2012), y que al menos en México fue mucho más popular que Donkey Kong, primer juego de la serie que haría famosa mundialmente a la marca japonesa Nintendo.

Desde luego, en aquel momento desconocía la trascendencia que aquellos personajes tendrían para revitalizar una industria, la del videogame, agonizante por una sobresaturación de consolas y cartuchos de varias empresas que quisieron explotar la mina de oro descubierta por Atari, y entre las cuales estuvo Coleco.

Establecida en 1932 por el inmigrante ruso Maurice Greenberg como factoría de zapatos y artículos de piel (su nombre es acrónimo de Connecticut Leather Company), Coleco mudó de giro al entretenimiento casero y cobró fama por comercializar los horrendos muñecos Cabbage Patch Kids, desarrollar la consola Colecovision y obtener la licencia para llevar a la Atari 2600 tanto Donkey Kong como Donkey Kong Jr., cartuchos que en México sólo era posible adquirir por medio de la fayuca a precios exorbitantes, y cuyos gráficos y sonido eran francamente deplorables.

Quién sabe qué habrá pasado por la mente del entonces presidente de Nintendo, Hiroshi Yamauchi, cuando vio al pequeño gorila diseñado por Coleco como una bola amorfa con patas gruesas que al subir las lianas hacía el ruido de un serrucho. Pero no sería extraño que después de ese crimen contra el buen gusto hubiera surgido la decisión de crear una nueva consola, una que auténticamente revolucionara el mercado y le hiciera justicia gráficamente a la creación de Miyamoto. Aquel dispositivo fue bautizado en Japón como Famicom y el resto del mundo lo conoció como NES (Nintendo Entertainment System).

Concebida hace tres décadas, la NES correspondía a la filosofía que ponía por delante la creatividad sobre el desarrollo tecnológico, tal como resume una espléndida semblanza de Yamauchi publicada en el blog de The New Yorker. Fue la primera consola basada en una arquitectura computacional de ocho bits que produjo gráficos y sonidos que hoy son considerados como tendencia cultural. Renovó los controles de mando al sustituir la palanca por un pequeño rectángulo con una cruceta del lado izquierdo y botones, modelo que fue retomado por las generaciones subsecuentes de consolas.

La NES impuso un esquema en el que, aun cuando los juegos fueran desarrollados por terceras empresas, tuvieran que cumplir un estándar mínimo de calidad, lo que nunca ocurrió en la era de Atari. Y, acorde con la obsesión de Yamauchi por el diseño del producto final, fue la primera consola que sí parecía un juguete y no una horrible caja oscura con interruptores.

Yamauchi ya estaba acostumbrado a los golpes de timón. En 1949, siendo estudiante universitario, tomó las riendas de Nintendo, la empresa familiar que justo hoy cumple 124 años de haber sido fundada como fabricante de barajas hanafuda, un entretenimiento de tradición centenaria en Japón, que, como ocurrió en otras partes del mundo con los juegos de cartas, estuvo vinculado a negocios de apuestas ilegales (se cree que de una combinación de esos naipes proviene yakuza, palabra que designa a la mafia nipona).

Su padre lo abandonó cuando tenía cinco años y por ello debió asumir el puesto que detentaba su abuelo cuando éste sufrió un derrame cerebral. Su primera gran decisión fue despedir a los empleados veteranos que cuestionaron su juventud y falta de experiencia. Y la segunda, firmar un acuerdo con Disney para imprimir a Mickey Mouse y otros personajes en las cartas, lo que le trajo ganancias de millones de dólares y fue el principio de la era global de Nintendo (la relación de Yamauchi con EU se profundizó al grado de que durante algunos años fue propietario del equipo de beisbol Marineros de Seattle, al que dio nuevos bríos y de cuya época surgió el toletero Alex Rodríguez).

La palabra nintendo significa en japonés “dejar la suerte en manos del cielo”. Ya le tocará a Yamauchi, fallecido el pasado jueves, observar desde allá si la empresa que tanto amó tiene el as bajo la manga para mantener su legado. 

marco.gonsen@gimm.com.mx

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