Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

24 Oct, 2013

Ante lo que ha visto del Congreso estos días, ¿qué piensa del futuro del país?

Uno de los papeles que deben cumplir las instituciones en las democracias es generar, con su desempeño, confianza en la sociedad para que ésta, en ejercicio de la libertad, construya un mejor futuro para todos. El que aquéllas sean respetables y respetadas, dice mucho del país y sus ciudadanos, y de la sociedad toda.

Las instituciones, además, no operan en el vacío, ni son ajenas al carácter de los ciudadanos a los que deben —supuestamente—, servir; son su reflejo y ellos, a su vez, reflejan lo que son sus instituciones.

Lo anterior, ni es nuevo ni difícil de entender; los ciudadanos no pueden “hacerse los occisos” en lo que se refiere al carácter de las instituciones que han construido, y menos de la calidad de su desempeño. En consecuencia, me sorprenden las reacciones de molestia que han generado las decisiones que en materia fiscal han tomado los diputados, y seguramente tomarán los senadores.

¿Por qué grupos amplios de la sociedad, se sienten defraudados por quienes conforman las dos cámaras del Congreso? ¿Acaso esperaban algo diferente de quienes llegaron ahí con nuestro voto? ¿Somos tan ingenuos para esperar algo positivo para el país y su crecimiento económico, de quienes han hecho de  la sumisión al Ejecutivo una religión? ¿De cuándo acá hemos visto algo de avanzada y con visión de futuro, de quienes sólo buscan la maximización de beneficios para su grupo o camarilla al menor costo político posible?

¿Cómo es posible que aún haya ingenuos que piensan que nuestros legisladores legislan? ¿Acaso no nos hemos dado cuenta que en México, el legislador casi único es el Poder Ejecutivo? ¿No hemos visto que el Legislativo, lo que sabe hacer es medio discutir y medio analizar lo que envía el Ejecutivo, “El Gran Legislador”?

Dice el refrán, que “en el pecado llevamos la penitencia”; hoy, estas palabras reflejan lo que nos pasa. Los que cada tres años llegan a la Cámara de Diputados y cada seis al Senado de la República, son legisladores de “mentiritas”, pero elegidos por nosotros.

¿Cuándo aceptaremos, que la única área del Estado que cuenta con los elementos necesarios para elaborar iniciativas dignas de ese nombre, es el Ejecutivo? En pocas ocasiones salta por ahí algún partido el cual, merced al trabajo de especialistas que recién dejaron el Ejecutivo, elabora un proyecto de iniciativa que merece ser analizado en el Congreso.

Es el caso del PAN con su iniciativa de reforma energética; ésta, de las tres, es la única que posee la integralidad y visión de futuro que el tema amerita. De las otras dos, una es notoriamente incompleta y la otra, gastados lugares comunes y clichés propios de los años treinta del siglo pasado.

Si bien una golondrina no hace verano, tampoco una iniciativa de un partido hace de nuestro Congreso un legislador de verdad, el cual actualizaría el caduco y absurdo andamiaje jurídico que nos impide crecer.

Ante lo visto, hay que decirlo, el futuro no es positivo; sin embargo, desechemos ya la falsa indignación porque “en el pecado llevamos la penitencia”; este Congreso es obra nuestra, y claro reflejo de lo que somos. Si quisiéremos un Congreso digno de ese nombre, que legisle, apoyemos —para empezar— a otro tipo de candidatos a diputados y senadores.

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