Carlos Velázquez

Veranda

Carlos Velázquez

28 Nov, 2014

Acapulco y el juego de los “palitos chinos”

En un México de contrastes, que da fundamento a la ira de quienes viven con lo mínimo o debajo de esa línea, la cultura del subsidio cierra las salidas.

¿Cómo fue que el equipo de Enrique Peña no deslindó a tiempo sus responsabilidades en el caso de Ayotzinapa y permitió que el gobierno federal cargara con el peso de un problema que gestaron el expresidente municipal de Iguala, su esposa y el exgobernador de Guerrero?

¿Cuando se acabó el romance de los medios internacionales con Peña el visionario, lo que está abaratando las reformas y las inversiones previstas?

¿Por qué no hay claridad en la opinión pública de que estos cambios, incluyendo marcadamente la Reforma Educativa, están afectando intereses económicos de grupos políticos ligados a un magisterio que frena el futuro del país?

Y además las demandas para supuestamente solucionar los problemas, de implementarse los dificultarían más.

Esta semana Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Social, y Claudia Ruiz Massieu,
 de Turismo, estuvieron en Guerrero y anunciaron que la próxima semana darán a conocer un plan de emergencia para Acapulco.

Es evidente que, como en el juego de los “palitos chinos”, no se puede mover la economía local y el turismo, mientras no haya certeza razonable de que se evitarán los bloqueos a la Autopista del Sol o no se desactive a quienes insisten en lucrar políticamente con la tragedia de los familiares de los normalistas asesinados.

Un presupuesto público, aunque fuera enorme, no le devolverá la gobernabilidad a una entidad infiltrada por el crimen organizado y, en ese sentido, falta ver los efectos que tendrá la iniciativa de Peña para crear un nuevo modelo policiaco.

Si todo esto requerirá de algún tiempo y en Acapulco hay necesidades inmediatas, al menos habría que encontrar los incentivos para que esos fondos públicos se multipliquen y no se diluyan.

Hace un año, tras el paso del huracán Ingrid y la tormenta Manuel, Acapulco recibió subsidios para su recuperación que, incluso proporcionalmente, fueron superiores a los que se destinaron este año a Los Cabos luego del impacto del huracán Odile.

La cultura de la productividad en ese destino de Baja California Sur y la necesidad de estar listos para el turismo norteamericano en diciembre, fueron acicates de una recuperación que se está preparando en tiempo récord; mientras que en Acapulco el respaldo no tuvo efecto similar.

Allá priva la añoranza, la exigencia de dinero público en función de un pasado que le dio lustre al país y el desánimo porque vienen cayendo desde hace años.

Acapulco requiere una estrategia visionaria para recuperarse; pero si no es capaz de mover a sus habitantes, sólo será oxígeno y aspirinas cuando le espera terapia intensiva.

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