Cada vez más mexicanos consideran que se les margina

Dice el dicho 'como te ven te tratan'. Si te ves indígena, pobre, moreno, con discapacidad, gay, travesti, transgénero o transexual, de plano te maltratan
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Cada vez más mexicanos consideran que se les margina. Foto Excélsior
Cada vez más mexicanos consideran que se les margina. Foto Excélsior

CIUDAD DE MÉXICO, 26 de abril.- Reza el dicho popular que “como te ven te tratan”. Y en México si te ves indígena, pobre, moreno, con discapacidad, gay, travesti, transgénero o transexual, de plano te maltratan.

La discriminación en nuestro país es una doble piel, casi todas las personas la han vivido y muy probablemente la hayan ejercido, advierte el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).

Hoy cada vez más mexicanos tocan la puerta de ese organismo para quejarse de que otro mexicano los discriminó por su color de piel, su origen étnico, su preferencia sexual, su religión, su sexo, su edad, su forma de vestir y hasta por su estado civil.

Entre 2009 y 2014 el número de quejas y reclamaciones por presuntos actos de discriminación recibidas en el Conapred se duplicaron al pasar de 584 a mil 105.

Falta de dinero, apariencia física, edad y sexo son las principales causas que han hecho sentir a los mexicanos que sus derechos no son respetados.

La discriminación en su principio fundamental habla de un trato diferenciado, pero no cualquier acto diferenciado origina discriminación, tiene que ser un trato diferenciado en el que se niegue o se restrinja el acceso a un derecho”, explica Hilda Téllez Lino, directora general adjunta de quejas del Conapred.

En entrevista, la funcionaria admite que a 14 años de que el derecho a la no discriminación fue incorporado en el artículo 1° de la Constitución, éste todavía habita entre nosotros.

La discriminación es como de un efecto doble, casi todas las personas alguna vez hemos vivido una situación de discriminación y es muy probable que hayamos discriminado, por las propias condiciones y características de cómo se discrimina, y cuáles son los factores que intervienen, como los culturales; normalizar las situaciones de discriminación hacia las mujeres, los niños, la diversidad sexual, hacen que se trivialice y entonces pasa un poco inadvertido”, dice.

El mayor número de quejas de discriminación que recibe el Consejo provienen de personas con discapacidad, con alguna enfermedad, embarazadas a las que despidieron y del colectivo de la diversidad sexual.

En todos los niveles se vive discriminación, porque tiene que ver con las condiciones culturales, pero también con las condiciones que son diferentes, entonces no podríamos decir que la discriminación solamente se origina de sesgos de desigualdad,”, aclara Téllez.

Convencida de que en los últimos años la discriminación comenzó a entreverse luego de que era un tema prácticamente invisible, reconoció que si bien hay avances en cuanto al ámbito de políticas públicas y fortalecimiento de las instituciones dedicadas a combatirla, aún quedan grandes desafíos para erradicar esta práctica.

Excélsior recabó cuatro testimonios que se presentan a continuación.

 

“Tenía poca familia, ahora no tengo a nadie”

Desde que comenzó su transición de hombre a mujer sus familiares y amigos le dejaron de hablar

Cuando decidió convertirse en mujer comenzó la discriminación por parte de su propia familia.

Angie Rueda es una mujer transexual que nació como hombre, pero a los 30 años, después de dos matrimonios y dos hijos pequeños, inició su transición a mujer.

Tiene más de cuatro años que no ve a sus hijos ya adolescentes. Su hermana le tiene prohibido convivir con sus hijas y sus tíos literalmente la eliminaron de su vida.

De hecho, si yo tenía poca familia ahora prácticamente ya no tengo a nadie”, confiesa.

Como promotora y activista de derechos humanos que ha trabajado en instituciones como el Censida y el Conapred, Angie está convencida de que ha podido librar muchos de los problemas que las mujeres transexuales viven en su día a día, como el hecho de no poder encontrar un empleo.

Sin embargo, ahora mismo tiene compañeras y compañeros de trabajo que ni la saludan, y ha sido víctima de agresiones verbales y físicas en más de una ocasión.

Yo, por ejemplo, me maquillo en el metro, entonces no falta alguna gente que me haya dicho alguna vez ‘¿qué es esta cosa?’ O el clásico ‘hijito vente para acá’”, cuenta.

En 15 años desde que comenzó su transición de género, relata cómo se ha tenido que enfrentar a policías con pistola en mano que insisten en llamarla en masculino.

Un día dos jóvenes la agredieron arrojándole botellas cerca de Chapultepec, cuando se dirigía a su trabajo.

Me empezaron a decir de cosas, como ‘puto, estás muy guapo’, y pasaron de la agresión verbal a la agresión física y me aventaron botellas; una me pegó cerca del cuello”, narra.

Y aún en medio de todo lo que ha tenido que pasar, quizá la discriminación más dolorosa es la que viene de su propia familia.

Discriminar es lo más común que hay, lo más fácil, cuando la gente te dice: está bien que haya homosexuales, pero allá lejitos. Está bien que haya gente oscurita, pero que no sean amigos de mis hijos. Está bien que haya personas que no son católicas, pero en otra colonia. Es lógico que se aprenda en casa, lo entiendo perfectamente, aun así duele”, argumenta.

Hace apenas unos días Angie ganó una de sus más importantes batallas al cambiar su identidad de género en su acta de nacimiento y ser legalmente para el Estado mexicano quien ha sido desde hace casi 15 años: Angie Rueda.

Su próxima batalla será recuperar a sus hijos.

 

“Mi estado no me impedía cursar una especialidad en enfermería”

A la mitad de un curso para subir de categoría en el escalafón de enfermera la dieron de baja porque decidió ejercer su derecho a ser madre

Embarazarse le costó perder una beca para cursar una especialidad en enfermería.

Blanca, como pidió que se le identificara por miedo a represalias, fue víctima de discriminación por parte de una institución de salud sólo porque tomó la decisión de ejercer su derecho a la maternidad.

Se trata de una enfermera que ganó uno de los nueve lugares que se ofertaron en la institución donde trabaja para cursar una especialidad que le permitiría subir de categoría, sin embargo, tras casi completar medio curso, la dieron de baja porque estaba embarazada.

Me dijeron que no podía continuar con este curso porque estaba embarazada y esta incapacidad iba a afectar mi desempeño en el curso, y yo decía pues al final ahora no estoy trabajando como tal, estoy haciendo una actividad académica, pero pues eso no les importó. Así que cuando ya iba en la mitad del curso me dieron de baja, lo que implicaba que se anulaba todo lo que ya había hecho”, cuenta.

Con su bebé ya en brazos, expresa la impotencia que sintió en el momento en el que contrapusieron su derecho a la educación y a tener una familia.

La verdad me dio mucho coraje, me sentí muy impotente porque no podía hacer nada, me sentía muy mal y muy triste porque yo creo que mi embarazo no me impedía tener un buen desempeño, de hecho lo tuve durante todo el tiempo que asistí, y siento que es muy injusto lo que viví porque un hombre, por ejemplo, jamás va a estar en esa posición de decidir cuándo puede o no tomar este tipo de capacitación”, comparó.

Sin saber qué hacer ni si su caso era discriminación o no, se acercó al Conapred para informarse. Tras el proceso de investigación le dijeron que, en efecto, la habían discriminado y vulnerado sus derechos, ante todo el de ser madre.

Derivado de ello se logró que la enfermera fuera inscrita nuevamente en el curso. Además el organismo dará capacitación a personal de la institución a fin de que incorporen en sus lineamientos los principios de igualdad y no discriminación para evitar que se repita una situación de esa naturaleza.

 

“Yo soy el papá y la mamá y quiero ver a mi hija”

Carla fue al festival del Día del Padre, pero los directivos de la escuela no la dejaron pasar para ver el show donde participaba su hija

Carla tiene diez años de hacerla de mamá y papá, pero en 2013 por primera vez enfrentó la discriminación por ser madre soltera cuando no la dejaron entrar al festival del Día del Padre de su hija Gretchel, porque “físicamente era imposible que fuera el papá”.

Así se lo dijo el director del colegio particular Walden Dos, ubicado en pleno Distrito Federal, al atajarle el paso.

Primero quise pasar y una persona que es de atención a padres de familia me dijo ‘fíjese que es sólo para papitos’, y yo le dije ‘pues sí, pero yo soy el papito’. Después de minutos y minutos que trascurrieron me quise meter y me topé al dueño de la escuela y me dijo ‘no, no puede pasar porque es sólo para papás’. Le dije, sí, pero en este caso yo soy papá y mamá y quiero pasar porque mi hija me está esperando’, y me dijo ‘pues no, lamentablemente no puedes pasar porque es sólo para papás’. Insistí en que yo jugaba ese rol y me dijo ‘no, eso es físicamente imposible, no puede ser el papá y no pasa’”, narra Carla.

Con la impotencia y la frustración del hecho de que su hija no viera llegar a nadie el Día del Padre, Carla se quejó ante el Conapred por discriminación debido a su género y estado civil.

Un par de meses después se logró la conciliación entre Carla y el colegio, en la que se acordó, entre otras cosas, una disculpa verbal para su hija y que los directivos tomaran un curso de sensibilización en el Conapred.

Me dio mucha risa cuando hicimos el convenio porque los abogados me dijeron que entendían la situación y que iban a hacer una excepción conmigo, y en adelante me iban a dejar pasar a todos los festejos, sin embargo no creo que eso deba ser una excepción, creo que debe ser una política del colegio la no discriminación. Y ahí mismo les planteé la pregunta ‘¿qué va a pasar el día que llegue una pareja de homosexuales y registre en ese colegio a su hijo o hija? Porque va a tener dos mamás o dos papás y va a ser físicamente imposible que uno sea mamá y papá. ¿Qué van a hacer, no los van a dejar pasar, qué va a pasar con ese niño o esa niña?”, cuestionó.

Por eso Carla está esperanzada en que el curso de sensibilización haya permeado, al menos, entre los directivos, para que un caso como el suyo jamás se repita.

 

 

“No respetan ni apoyan porque son ignorantes”

Su limitación ha sido causa de que le nieguen entrar al baño en restaurantes o que los taxis o camiones no se detengan cuando les hace la parada

Que no te haga la parada un taxi, un camión o no te dejen entrar a un baño o al cine porque tu silla de ruedas simplemente no cabe es parte de las historias de discriminación por las que ha pasado Javier, un joven sin piernas de 33 años.

Nació con una discapacidad por la cual sus piernas no se desarrollaron, así que su mamá decidió que se las amputaran para permitirle un mejor movimiento.  

Hoy Javier puede hacer de todo, subir y bajar escaleras, viajar en transporte público, manejar y hasta practicar danza aérea en telas. Es comunicólogo y ahora mismo trabaja como guionista.

Creo que la forma en que he sido discriminado es por cómo la sociedad no entiende, no respeta y no apoya, porque es muy fácil estacionarte en un lugar para personas con discapacidad, ocupar el elevador, ocupar la rampa, y a partir de eso se crea la discriminación. ¿Por qué?: porque no tienes acceso a una escalera, a una rampa, al Metro, al edificio, a la banqueta que es lo más simple y lo más sencillo. A veces no te hacen parada los microbuses hasta el tercero o el cuarto que pasa, pero pasa porque la gente es ignorante”, enumera.

Cuenta cómo hace poco fue a comer a un lugar que no contaba con ninguna rampa, por lo que tuvo que instalarse en la zona exterior del restaurante. Pero el mayor problema se presentó cuando intentó ir al baño, porque le negaron la entrada argumentando que su silla de ruedas no cabía.

La reacción de Javier en ese momento fue tuitear lo ocurrido, lo que causó una reacción en cadena que provocó que del restaurante donde sufrió el acto de discriminación le llamaran para ofrecerle una disculpa.

Vagamente recuerda que cuando era niño tampoco lo dejaron entrar al cine porque no había forma de subir su silla de ruedas.

Pero yo era niño entonces, yo era muy ingenuo, y decía, bueno, ya. Hoy tengo 33 años y nada se me escapa, soy de los que pelea por buscar que haya una conciencia social de acceso y de respeto”, comenta.

Para Javier la vida no es más que demostrar quién eres, con discapacidad o sin ella.

Creo que se trata de actitud, porque si no tienes buena actitud en general no consigues nada, desde un taxi hasta un trabajo, etcétera. Nadie puede pasar sobre ti, si alguien te discrimina tienes que levantar la voz y no quedarte callado”, plantea.

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