Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

29 Abr, 2015

Abstinencia

Esta es la historia paralela de dos hackers que debieron enfrentar a la justicia por la osadía de saltarse las trancas cibernéticas. A pesar de tener una trayectoria muy desigual, los dos se convirtieron en leyenda: el primero por ser el más buscado del mundo. Y el segundo, por la magnitud del castigo al que se hizo merecedor, a pesar de ser un ladrón de poca monta,

A sus 52 años, Kevin Mitnick es, actualmente, el jefe de la empresa de seguridad informática que lleva su apellido, y que fue contratada en 2013 para resguardar el sistema de cómputo de los comicios presidenciales en Ecuador. Nada que ver con su época de juventud, cuando con el alias de Condor empleó su talento ingenieril en penetrar ilegalmente cuanta tecnología estuviera a su alcance.

Corporaciones como Motorola y el FBI se cuentan entre las víctimas de los sofisticados métodos de intrusión que llegó a desarrollar. Él mismo las rememora –como si fueran actos heroicos– en su autobiografía Ghost in the wires (Editorial Little, Brown and Company, 2011).

Capturado por una de las tantas travesuras que le granjearon celebridad, Mitnick fue sentenciado en 1989 por una corte californiana a un año de tratamiento de rehabilitación al diagnosticársele como “adicto a las computadoras”.

Según una nota de Los Angeles Times, era la primera vez que una persona procesada por delitos cibernéticos era tratada jurídicamente como enferma y susceptible de atención hospitalaria, cual si se tratara de un alcohólico o un ludópata. Y es que Mitnick logró convencer a la juez de que la suya era una simple afición sin malicia ni ambición de enriquecerse, propia de un niño que enfrenta a los dispositivos electrónicos como si fuera una partida del juego de rol Calabozos y Dragones. Por supuesto, durante el tiempo que duró su reclusión clínica no se le permitió ni siquiera acercarse a un teclado, claramente por motivos de salud.

Mitnick no fue capaz de sostener la libertad condicional que le fue concedida. Posteriormente nuevos ilícitos suyos lo convirtieron en prófugo de la justicia hasta el 15 de febrero de 1995, cuando fue detenido por el FBI en un apartamento de Raleigh, Carolina del Norte. Es muy probable que la mala fama que le endosó a los hackers de le época influyera en la decisión que tomó un juez sobre otro joven texano, procesado en aquellas mismas fechas.

Se trata de Chris Lamprecht, desarrollador de un programa para las antiguas PC que permitía localizar números telefónicos conectados a módems y al que llamó Tone Loc, nombre de un rapero que fue popular incluso en México con la canción Funky Cold Medina.

Autonombrado con el apodo Minor Threat, Lamprecht era más bien un ladrón de piezas de computadora y equipos telefónicos para su reventa.  Por uno de estos hurtos se le siguió un proceso por el cual compareció en una corte el 26 de febrero de 1995, y que concluyó el 5 de mayo de ese año con una sentencia increíble: el juez Sam Sparks lo condenó a 70 meses de prisión y, una vez que cumpliera esa pena, se le prohibió utilizar la internet y cualquier otro tipo de red durante 3 años. Incluso se le impidió ser empleado en cualquier empresa donde hubiera computadoras así como comprar, poseer o recibir algún equipo que contara con módem. Lo curioso de la condena es que ninguno de esos dispositivos fue utilizado para cometer el delito por el que se le juzgó.  La única razón en la que se basó Sparks fue que el propio Lamprecht gustaba de presumir su habilidad como supuesto genio del hackeo, aunque ésta ni remotamente se asemejaba a la de Mitnick (quien, con el antecedente del fallo, fue objeto de un castigo similar).

Lamprecht emprendió una cruzada para refutar el fallo que fue bien documentada en 1996 por el periodista Jeff Koyen en la revista alternativa New York Press y en 1998 por Douglas Thomas en la USC Annenberg Online Journalism Review. En ambos textos se cuenta cómo el joven nerd prosiguió su activismo desde la cárcel mediante una página de internet alimentada incluso por su mamá. 

A casi dos décadas del fallo que convirtió a Lamprecht en la primera persona expulsada de la entonces llamada “supercarretera de la información”, no faltará quien quiera aplicar una sanción similar a los adictos contemporáneos incapaces de dejar de mirar un minuto su smartphone.

marco.gonsen@gimm.com.mx

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