'Trumponomics', las irreales propuestas económicas explicadas

La sociedad americana es mucho más heterogénea y compleja, más tolerante y racialmente diversa que lo que representa Trump: hay latinos, afroamericanos y musulmanes
Economía -
Dice Trump que lograría devolver a la economía estadunidense la magnificencia de antaño. Foto: AP
Dice Trump que lograría devolver a la economía estadunidense la magnificencia de antaño. Foto: AP

CIUDAD DE MÉXICO.- Donald Trump ya casi es el candidato republicano. Él quiere devolver la ilusión del sueño americano, y lo quiere hacer con una fórmula repleta de exabruptos e inconsistencias, y con escasa coherencia ideológica.

Es el “Trumponomics” y se sostiene sobre cinco medidas que, todas ellas juntas, significarían un gran fiasco económico:

  • Uno, una política fiscal brutalmente expansiva;
  • Dos, la promesa, a contracorriente de la anterior propuesta, de eliminar la deuda pública en ocho años;
  • Tres, una política monetaria de bajas tasas de interés para preservar un dólar competitivo y el reducido costo del servicio de la deuda;
  • Cuatro, una reforma migratoria que busca deportar a 11 millones de inmigrantes ilegales;
  • Y cinco, una política proteccionista que eliminaría los acuerdos del TLCAN y TPP e impondría tarifas sobre las importaciones chinas y mexicanas.

Así, dice Trump, lograría devolver a la economía estadunidense la magnificencia de antaño.

En lo fiscal, propone dinamizar la economía con una colosal bajada de impuestos e invirtiendo en infraestructura e industria militar.

Su plan impositivo ya está diseñado, y quiebra la progresividad que ha tratado de aplicar el modelo de Obama, ése de que pague más quien más tiene.

Así que plantea, para el impuesto sobre la renta, reducir la tasa impositiva marginal máxima de casi el 40% al 25%, cuadruplicar el monto deducible y simplificar los tramos de siete a tres. Para el impuesto sobre sociedades, también propone un atractivo recorte en la tasa impositiva máxima, de 35% a 15%, si bien pretende gravar los beneficios corporativos obtenidos en el exterior.

El Tax Policy Center, un organismo independiente resultado del trabajo conjunto del Urban Institute y del Brookings Institution, ya han evaluado el plan de Trump y estiman que supondría un costo para las finanzas públicas de 9.5 billones de dólares. Pero además, el 67% de ese ahorro de los contribuyentes, o en torno a 6.4 billones de dólares, recaería sobre el quintil más alto de la población, lo que hace la propuesta altamente regresiva.

 

Dicho de otro modo, el quintil más bajo se ahorraría 128 dólares bajo el nuevo esquema, lo que supondría un incremento en su renta de 1.0% después de impuesto. En contraste, el 0.1% de la población más pudiente se ahorraría 1.3 billones, lo que representa un aumento del 19% en su renta después de impuestos: Trump daría un empujoncito más a la rampante desigualdad.

 

Jaque a las finanzas públicas

Esa pérdida de ingresos fiscales tendría que ser contrarrestado por draconianos recortes en el gasto público, y que el Comité para un Presupuesto Federal Responsable estima en al menos un 40% (o creciendo a una tasa anual del 10%).

Sin embargo, Trump ya ha descartado realizar recortes sobre los gastos etiquetados, los referidos a la ayuda social, por lo que resultaría imposible equilibrar el presupuesto.

Según el Tax Policy Center, si no se produjera ningún ajuste en el gasto, el déficit público se elevaría de un nivel actual de en torno al 76% del PIB a algo así como el 125% para el 2026, muy por encima del déficit de 86% del PIB que proyecta la Oficina de Presupuesto del Congreso para dentro de 10 años.

 

Lo malo es que no sólo Trump no ha planteado recortes del gasto, sino que en su campaña ha hablado de expandir el gasto destinado a infraestructura y defensa, lo cual podría empeorar de manera sustancial las cifras anteriores.

Por tanto, Trump espolearía a la actividad económica asumiendo una deuda masiva.

Pero no hay problema, nos dice el magnate, “yo soy el rey de la deuda, amo la deuda y amo jugar con ella”. La ama tanto que en el pasado ya ha tenido que declararse cuatro veces en bancarrota, y tiene el triste récord de ser el estadunidense que más veces ha declarado en quiebra a sus negocios en los últimos treinta años.

Pero esta vez no sucedería. Trump dijo que amortizaría los 19 billones de deuda nacional en un periodo de ocho años. Dado que no será, como hemos visto, mediante el ahorro fiscal, la solución que nos da es disparatada: renegociándola con los acreedores.

Pero ningún acreedor acepta eso, y pregunten si no a Argentina o Grecia.

Ningún prestamista renegocia, voluntariamente, recibir menos de lo que le deben, y eso es entrar en una situación de impago.

Justamente, Trump proclama querer mantener las tasas bajas para abaratar el costo de servicio de la deuda pero, ante una situación de impago, ¿no provocaría la situación contraria? ¿no se dispararía la prima de riesgo y el consiguiente pago por intereses? ¿No provocaría una convulsión en los mercados financieros?

 

Migración y comercio exterior

Expulsar a 11 millones de inmigrantes ilegales, además, también supondría un costo para la sociedad americana, tanto fiscal como económico.

 

En primer lugar, los estudios no avalan la percepción de que la inmigración esté deprimiendo los salarios de los trabajadores nativos; en segundo lugar, deportar y fortalecer la seguridad en la frontera supondría un costo de entre 400,000 y 600,000 millones de dólares (mdd), según estimaciones del American Action Forum.

Finalmente, la caída de la fuerza laboral en Estados Unidos está asociada en buena medida a la salida de los “baby boomers”, y la inmigración es la que está aportando trabajadores nuevos y vitalidad a la economía estadunidense, lo que representaría una pérdida en términos de producción y crecimiento.

Los otros enemigos que ve Trump, comercialmente, son China y México.

 

De China dice que compite con trampas, que ha mantenido un yuan artificialmente barato, que se salta los estándares internacionales del mercado de trabajo y medio ambiente, y que roba la propiedad intelectual, y que con esas ventajas inunda con sus productos a Estados Unidos y destruye a la industria americana.

Su planteamiento, por tanto, es establecer tarifas a la importación del 45% sobre todas las importaciones chinas, y del 35% sobre algunos productos mexicanos. 

Lo malo es que esa medida entorpecería la cadena de producción de la industria manufacturera de Estados Unidos, cada vez más dependiente de inputs chinos y mexicanos, y encarecería los productos finales para el consumidor americano.

¿Qué sucedería con la industria automotriz, completamente integrada con la red de producción mexicana? ¿Significaría una guerra comercial que afectaría a mercados inmensos?

No, ni el sueño americano se consigue como dice Trump, ni tampoco la hegemonía blanca es el sueño americano.

América se constituyó por la confluencia de muchos tipos humanos: los puritanos ingleses, los calvinistas, los cuáqueros, los hugonotes franceses, holandeses, etc, que buscaban un anhelo de libertad y democracia, fundamentada en la valoración del individuo por encima del clan.

El individuo, el espíritu de las pequeñas gentes, se justifica por el trabajo, por lo que el sueño americano fue el abuelo de Trump, un inmigrante alemán que hizo allí una gran fortuna, o el propio Obama.

Pero la sociedad americana es mucho más heterogénea y compleja, más tolerante y racialmente diversa que lo que realmente representa el malhumorado electorado republicano: hay latinos, afromaericanos y musulmanes.

Quizás la victoria en la alcaldía de Londres del laborista Sadiq Khan, un musulmán, nos dé una pista de por dónde van los tiros.

 

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