David Páramo

Análisis superior

David Páramo

2 Ago, 2016

Absurdos y miserias

El jefe de Gobierno de la Ciudad de México, y según algunos el candidato lógico del PRD a la Presidencia de la República, debería dejar atrás la idea de incrementar por decreto el salario mínimo, puesto que generaría muchos más problemas que aquellos que pretende resolver.

Con el pretexto de la entrada en vigor del más reciente aumento al precio de la gasolina, solicitó que se aumente el salario mínimo para recuperar el poder adquisitivo de la población.

Suponiendo sin conceder que eso sucediera, se generarían presiones inflacionarias que dañan el poder adquisitivo de los mexicanos, particularmente de los más pobres, puesto que no tienen mecanismos para defenderse en la carrera entre precios y salarios que siempre, en todo el mundo, la ganan los primeros.

El más grande éxito de la actual administración es que, a pesar de un entorno verdaderamente complejo, la inflación lleva 14 meses por debajo del 3%, la meta de largo plazo del Banco de México, y que a pesar del incremento que entró en vigor ayer, la inflación estará en máximo 3%, considerando un impacto de 0.2 puntos porcentuales.

Si se subieran los precios por decreto se generarían más consecuencias negativas: micro y pequeñas empresas que tendrían que prescindir de trabajadores (este sexenio se ha llegado a 2.1 millones de afiliados nuevos al IMSS) o llevarlos a cualquier forma de contratación ilegal; inflación que empobrece a las personas.

COBARDE

El presidente del Senado de la República, Roberto Gil, regaló ayer una joya de la miseria y abyección a la que puede llegar un político cobarde ante el miedo que le da la reacción de grupos de la población.

Si se ve desde una manera muy retorcida, el incremento entre julio y agosto en el precio de la gasolina es de 4.2%, el más elevado de golpe en los últimos 18 años, sin embargo, este dato es poco preciso considerando los esquemas en los que se ha venido moviendo el precio de la gasolina.

Durante los últimos cinco años el aumento del precio de la gasolina era del 4% anual, dividido en 12 cómodos gasolinazos a los que buena parte de la población ya se había acostumbrado y, en realidad, se quejaba poco.

En 2015, de cara a la liberación del precio de los combustibles a partir de 2018 (podrá subir o bajar de acuerdo con las condiciones del mercado), el Congreso de la Unión aprobó una fórmula que integra costos, IEPS y referencia internacional.

Gil por lo menos reconoce este hecho que convierte a diputados y senadores en copartícipes de esta determinación o, visto de otro modo, les hace autores intelectuales de una fórmula que es aplicada por la Secretaría de Hacienda.

Sin embargo, el panista se revuelca en las fosas sépticas de la política cuando declara que si bien los legisladores aprobaron esta fórmula, no son responsables de su aplicación.

Una fórmula está sujeta al mismo debate que determinar si dos más dos es cuatro o algún otro número. Sin embargo, políticos como el presidente del Senado creen que hasta las matemáticas son debatibles con tal de dañar a quien gobierna.

Si la fórmula permite, como es el caso, con llegar hasta el 3% de aumento en el año la Secretaría de Hacienda no comete ninguna falta, puesto que se maneja en el rango establecido por el Congreso de la Unión.

No conforme, Gil Zuarth decidió arrastrarse todavía más cuando dijo que el gobierno de Enrique Peña Nieto aumentó el precio de las gasolinas como una medida recaudatoria para financiar su déficit.

Esta afirmación, por demás mentirosa, deja mal parado a los legisladores. Otra vez, ¿la fórmula que ellos aprobaron está bien o mal hecha?

ERROR

El gobierno de Peña Nieto cometió por lo menos dos errores en materia del precio de los combustibles.

Primero. Se dejó embaucar por aquellos que se quejaban de los gasolinazos mensuales y convirtió en promesa de campaña un mecanismo que no era muy molesto para la población. Hoy, la gente no se da cuenta de que en los últimos cinco años el aumento anual de la gasolina era del 4% y ahora es del 3 por ciento.

Segundo. Dejaron crecer, equivocadamente, la idea de que con las reformas energética y hacendaria el precio de la gasolina bajaría, cuando se trata de una promesa total y absolutamente imposible.

El mecanismo, que no ha comunicado bien el gobierno, busca la liberación de precios para que sea el mercado el que los fije y no su disminución por decreto.

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