Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

28 May, 2020

¡Ah, las cifras! Cuánto miedo y rechazo generan

¿Qué explica la fobia actual de no pocos hacia las cifras? ¿Por qué, de repente, éste o aquel indicador es visto casi como la “bête noire” de la política mexicana? ¿Por qué ahora y no ayer, el gobernante se lanza con todo en contra de un indicador el cual, no hace mucho era su adoración pues con él medía el éxito del gobierno que encabeza?

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¿Es entendible que un gobernante —sea cual fuere el país que gobierna—, se lance a ningunear un indicador —en este caso, el Producto Interno Bruto— el cual, simplemente es una cifra que cada gobernante podría tomarla como apoyo para diseñar políticas públicas?

¿Es posible acaso, adjudicarle poderes destructivos a un indicador económico, así fuere uno tan importante como el PIB? ¿Quién en su sano juicio se atrevería a pelearse con él y lo que representa como parámetro económico, al grado de llegar a pretender borrarlo del mapa para reemplazarlo por algo que mediría “la felicidad”?

Pienso que ese rechazo obsesivo y enfermizo obedece, más que a una fobia en contra de la tecnocracia o de los especialistas en economía, a la renuencia del gobernante a reconocer que las cosas no le han salido como soñaba. Es más, me atrevería a afirmar que es tan absurda su posición respecto al PIB, que ni siquiera sabe qué es, cómo se calcula y cuál su uso y la utilidad que presta a los estudiosos de la economía.

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Para subsanar este vacío de conocimiento (se dice también ignorancia) acerca del PIB, le recomendaría leyera la publicación del Inegi de la autoría de alguien libre de toda sospecha en lo que se refiere a la figura del actual Presidente, el doctor Jonathan Heath, actual vicegobernador de la Junta de Gobierno de Banco de México quien, está ahí precisamente por haber sido propuesto para esa posición por el mismísimo presidente López.

El título de esa obra es por demás sugerente: “Lo que indican los indicadores: Cómo utilizar la información estadística para entender la realidad económica de México”. Específicamente recomiendo leer el Capítulo 4: Producto Interno Bruto, páginas 61-81.

Aclaro, para que no haya sorpresa alguna que, dada la complejidad del tema y los cuadros y gráficas que aparecen en el capítulo recomendado, sería muy útil que alguien versado en el tema y fuere capaz de explicarlo con claridad y simplicidad —dados los escasos conocimientos económicos del alumno potencial—, fungiere como asesor o el instructor.

Éste, de no molestarle al Presidente, podría ser el mismo autor y/o el doctor Gerardo Esquivel, persona ésta que goza de las confianzas del Presidente, y algo le entiende al tema. De llevarse a cabo esta capacitación y los resultados fueren positivos, pensaría que la posición del Presidente en relación al Producto Interno Bruto cambiaría para bien.

Por último, como simple hipótesis a considerar, soy de la idea de que la fobia a las cifras de no pocos políticos se debe, esencialmente, a su ignorancia económica. De ahí que les recomendaría respetuosamente, tanto aquella publicación como a los maestros que menciono.

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La anterior capacitación que aquí recomiendo para ellos sería, como dice el clásico, “en buena onda”.

 

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