Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

14 Jul, 2020

¡Cuidado con ese triunfalismo ramplón!

 

Qué fácil caemos en el triunfalismo ramplón que tanto daño nos ha causado. ¿Por qué esa propensión a dar por hecho lo que sólo es, hoy por hoy, pura ilusión? ¿Qué nos lleva a ver los imposibles cual si fueran dogmas religiosos?

La visita a Washington de nuestro Presidente avivó —en no pocos— esa perversa inclinación tan nuestra siempre, a ver las ilusiones y los sueños  como hechos casi consumados. Muchos son los que ya dan por hecho que decenas o cientos de empresas de los Estados Unidos que todavía operan en la República Popular China, como por arte de magia, se relocalizarán en poco tiempo en nuestro país.

No hay un análisis objetivo que soporte, en lo más mínimo, esos sueños guajiros; no hay un reconocimiento mínimo de la realidad de nuestra maltrecha infraestructura, ni de la caída de la inversión pública que llega ya a niveles peligrosos. ¿Acaso hay alguna consideración de los niveles de violencia desbocada en no pocas regiones del país y de los constantes bloqueos de las vías del ferrocarril que nadie se atreve a enfrentar y detener de una vez por todas?

¿Quién se ha preguntado por la visión de rechazo a la inversión extranjera del actual gobierno, especialmente de nuestro gobernante? ¿Acaso alguien ha dicho algo sobre los precios de la energía y el rechazo obsesivo y los obstáculos a las energías de fuentes alternativas?

 

  • Por si faltare algo, ¿cuál de los triunfalistas de hoy ha pensado en la ignorancia de buena parte de los que reemplazaron a decenas de miles de funcionarios experimentados que se fueron, no con su liquidación conforme a derecho sino con una patada en el trasero?

Frente a la cruda realidad de estas preguntas y decenas más de índole similar, la única respuesta que los responsables del desastre y la tragedia actual dan, es un triunfalismo ramplón que hace del voluntarismo el recurso casi milagroso que permitiría atraer inversión y crear fuentes de empleo permanente. 

Esta visión absurda —por decir lo menos— de lo que debe hacerse para rescatar la imagen perdida de México como uno de los mejores destinos para la inversión, lo único que va a producir es un rechazo aún mayor debido, entre otros factores, a los problemas que dejan ver las preguntas de los primeros párrafos.

Y hay más preguntas: ¿Quién en su sano juicio afirmaría hoy que competimos exitosamente en esos y otros factores con la República Popular China? ¿Quién podría afirmar que nuestro gobierno tiene una visión probusiness en materia de inversiones y en facilitarlas? ¿Acaso hay, entre nuestros funcionarios y su jefe, quien entienda la profundidad de la frase de Deng Xiaoping: no importa el color del gato, con tal de que cace ratones?

 

  • Aquí, por el contrario, en vez de ver hacia el futuro y sentar las bases para construirlo, al tiempo que eliminamos obstáculos de todo tipo a la inversión, cada día pensamos que avanzamos más en pos de un pasado que jamás existió. En vez de un gobernante y funcionarios que vean hacia el futuro, el más moderno de ellos está anclado en los años setenta del siglo pasado.

Así, ¿con estos premodernos queremos competir con la República Popular China? ¡No seamos ilusos!

 

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