Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

21 Jul, 2020

¿Hacia dónde vamos? ¿Alguien lo sabe?

 

Cada día que pasa y con cada decisión que toma este gobierno la desconfianza alcanza un nuevo nivel; no a la baja sino hacia arriba. Cuando uno dice que es imposible que las cosas empeoren, ahí está el gobernante para exhibir nuestro juicio equivocado: Sí es posible estar peor que ayer.

Hoy, pretender negar o maquillar lo que es más que evidente, carece de sentido y utilidad y, sin embargo, no pocos de los seguidores acríticos del gobernante, lo intentan. Por otra parte, también lo es aceptar pasivamente esa forma de gobernar, cuya característica definitoria es no otra que navegar sin rumbo y sin dirección.

Si nos remontáremos a esos primeros días después del primero de diciembre del año 2018, cuando todo era euforia como consecuencia de la llegada del actual gobernante a la Presidencia de la República, este hecho sería, para muchos, un rayo de esperanza a la vez que un estímulo a sus ansias de vivir sin trabajar, todo a costa del erario.

Sin embargo, los elementos y las decisiones de la nueva gobernación pronto evidenciaron algo muy diferente, por no decir opuesto: no únicamente no había claridad en el rumbo ni disposición alguna a  corregir los errores y las medidas equivocadas causantes de daños mayores a los que con ellas se pensaba, en un principio, corregir, sino que también la esperanza —aquel rayito que a muchos iluminó— empezó a desdibujarse para irse convirtiendo en decepción y coraje. 

Hoy no es infrecuente ser testigo de un cambio profundo en el trato al gobernante; los aplausos y loas de ayer, hoy son insultos y ofensas que rayan en la procacidad y en una falta de respeto extrema al jefe de Estado y jefe de Gobierno. Es evidente —para todo observador imparcial o simplemente no ciego— que algo cambió en unos cuantos meses.

La confianza ciega de ayer es hoy —en el mejor de los casos— franco escepticismo cuando no coraje al sentirse defraudados.

Las promesas incumplidas, franca y cínicamente olvidadas o sólo hechas a un lado, es la norma en la actual gobernación y el ciudadano que entregó su voto en las pasadas elecciones ya se dio cuenta de ello.

Lo peor de esta gobernación se exhibe —sin recato alguno— en el rubro de la seguridad y el combate a la delincuencia.

Hoy, después de los videos que dejan ver a integrantes de uno de los grupos delincuenciales más fuertes y con mayor presencia geográfica, nuestro Presidente reitera que para él, nada de la Ley del Talión, sino “más abrazos, no balazos”.

Todavía, sin moverse un ápice de sus posiciones y su visión absurda, nos deja saber que rechaza El Viejo Testamento, donde se plantea lo de “ojo por ojo, diente por diente”, y se acoge a El Nuevo Testamento, donde aquella visión es dejada de lado.

Nada de la ley y nada de hacerla respetar; nada de Estado de derecho y nada de cumplir lo que protestó hacer cumplir (la Constitución y las leyes que de ella emanen), sólo La Biblia, cual si estuviéramos viviendo en un país donde de la democracia hubiéramos pasado a una teocracia. ¡Pobre país!

  • Ante esos mensajes confusos, por decir lo menos, ¿quién podría informarnos hacia dónde vamos? Es más, dado lo visto y padecido estos últimos 20 meses, preguntaría: ¿Alguien lo sabe? Quizás ni el Presidente mismo lo sepa.

 

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