Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

10 Nov, 2020

Para variar, esto empezó mal, y empeorará

 

Uno de los recursos más utilizados para enfrentar y resolver diferencias entre países y sus gobiernos es no otro que la diplomacia. Arte difícil que exige —del que pretende dedicarse a ella— cumplir requisitos diversos, los cuales, ni de lejos, son fáciles de satisfacer.

Los verdaderos diplomáticos son, para el gobernante, el apoyo infaltable en las coyunturas difíciles; éstas exigen, tanto del gobernante como del diplomático que debe ofrecerle opciones para enfrentarlas, serenidad para entender el problema y conocimientos y experiencia para diseñar las soluciones más apropiadas.

Asimismo, el gobernante, debe despojarse de la soberbia que normalmente acompaña a quienes cuya visión, además de aldeana, desprecia o minimiza lo externo.

Vienen a cuento los párrafos anteriores por el espec-
táculo barato que han brindado el Presidente de la República y un aprendiz de canciller al que se le han adjudicado cualidades en el campo diplomático que ni a los verdaderos diplomáticos mexicanos se les reconocieron en su momento.

Hoy, frente a los resultados de la elección más reciente en Estados Unidos, únicamente hemos podido medio articular varias declaraciones las cuales, sin pies ni cabeza ante lo que era sencillo y mera expresión de la cortesía diplomática, son fallidos intentos del Presidente y el canciller para armar —infructuosamente, debe decirse—  una explicación dizque jurídica y así justificar la negativa a felicitar al ganador.

Su conducta es la viva expresión de lo que solía repetir el general Álvaro Obregón: El primer error es el que cuenta, lo demás son consecuencias.

En América Latina, hoy, únicamente dos gobernantes (impresentables ambos) se han negado a felicitar a Joe Biden, triunfador de la elección. Pésimo el desempeño de los dos en momentos diplomáticos críticos para ambos países (Brasil y México).

Es más, el asombro es mayor porque ambos países lograron construir, a lo largo de decenios, un cuerpo diplomático experimentado y capaz, el cual era respetado por su eficiencia y profesionalismo.

Es tal el ridículo hecho por nuestro Presidente y el canciller que, incluso el mandatario cubano y el impresentable Nicolás Maduro casi de inmediato felcitaron a Joe Biden. La pregunta, ante este hecho sorprendente, surge incontenible: ¿Por qué nosotros no?

 

  • ¿Cómo es posible, preguntan en varios países, que México, socio privilegiado de Estados Unidos en materia comercial y aliados en lo político y el combate a la delincuencia, además colaboradores en temas de seguridad nacional y estrecha relación entre sus Fuerzas Armadas y agencias de inteligencia, haya regateado la felicitación?

¿Acaso el presidente López  Obrador careció de la asesoría profesional de sus diplomáticos o habiéndola recibido la rechazó por compromisos con el derrotado, o por soberbia? ¿Pensó, por un momento siquiera, en las consecuencias que tendría el mensaje que México y el gobierno enviarían con su falsa explicación jurídica?

Ante el sainete creado por nosotros, ¿qué sigue? ¿Reculará el Presidente o se mantendrá en su posición absurda?

Ante los efectos negativos de su conducta, ¿qué justificación darán él y el canciller Marcelo Ebrard?

 

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