Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

5 Mar, 2020

¿Por qué callan, por cobardía únicamente?

A estas alturas del partido, para nadie es un secreto que la gobernación actual deja mucho que desear, por decir lo menos. Más allá de la brutal caída del crecimiento económico y el pésimo manejo del gasto, está la profunda división que el Presidente ha construido con un celo digno de mejor causa entre buena parte de los mexicanos, y la legitimación del uso de insultos y expresiones vulgares y derogatorias dirigidas a sus adversarios, sean estos reales o inventados.

La verdad sea dicha, cuesta mucho trabajo encontrar un solo hecho que merecería el aplauso ciudadano; los que podrían merecerlo, finalmente, una vez que son analizados con objetividad, dejan ver la demagogia electorera, y los burdos intentos de manipulación política con la mente puesta en la elección intermedia de julio del año 2021.

Al principio, no pocos —por no decir todos— de los asistentes a los mítines proselitistas encabezados por el Presidente porque son, debe decirse, no actos de gobierno sino reuniones de promoción electoral, aplaudían como reflejo todavía, de la victoria aplastante del 1 de julio del año 2018. Sin embargo, a medida que las frases fueron desgastándose y las muletillas perdieron su encanto para volverse cansada letanía, los aplausos devinieron en insultos y gritos destemplados de los acarreados.

Poco a poco pues, la realidad ha terminado por imponerse y colocar las cosas en su lugar; hoy, más y más ciudadanos responden con claridad al ser encuestados acerca de su desencanto por lo que ven y padecen. Las ilusiones que se forjaron, que no esperanzas, han caído hechas pedazos; en ocasiones por la falta de recursos que hace imposible su concreción y en otras, por la incapacidad e inexperiencia de los responsables de la operación de los mal llamados Programas del Bienestar.

A la par de lo anterior, buena parte de los que conforman los grupos más golpeados por una pésima gobernación se alinean y buscan acomodo con el Presidente o con algunos de sus cercanos. En modo alguno están dispuestos a que les considere como desafectos a una gobernación errática y dañina para el país y su economía y, menos aún, a ser catalogados como adversarios o francamente enemigos de esa baratija demagógica llamada 4T.

¿Prefieren entonces callar, antes que airear sus diferencias? ¿Alabar, antes que reclamar por las políticas públicas disparatadas, un buen número de las cuales únicamente calificarían, desde su concepción misma, como simples desatinos y, en el mejor de los casos, ocurrencias sin pies ni cabeza?

Ante los daños evidentes en todo sector y actividad, ¿por qué entonces prácticamente nadie —salvo las honrosísimas excepciones— expresa su inconformidad y exige rectificar? ¿Qué explicaría ese temor o franca cobardía, ante la eventualidad de perder contratos o privilegios acumulados en años? ¿Acaso es solamente eso, la cobardía, o hay algo más que explicaría esa conducta vergonzante?

De ser así, ¿significaría que la pérdida total de la dignidad personal y la valentía para protestar ante el poderoso la explicaría, únicamente, la profundidad alcanzada por la corrupción en un buen número de mexicanos?

 

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