Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

27 Jun, 2019

¿Por qué tantos creen los otros datos?

Soy de los que consideran a creer y pensar dos verbos diferentes; entiendo y acepto que la RAE los haya reconocido como sinónimos, pero me resisto a aceptar lo que considero un barbarismo. Por ello, al verbo pensar lo distingo de creer porque a éste lo relaciono con la fe, con el dogma, y a pensar, con el raciocinio. Aclarada mi posición, al tema.

Una de las respuestas más perversas a los planteamientos de López, hechos antes, entre y durante las campañas y por si no hubiese sido suficiente, durante el tiempo que lleva gobernando, es que sus seguidores creen todo lo que aquél dice, y jamás piensan si eso es correcto y/o viable.

Dicho de otra manera, los que ciega y acríticamente creen que lo dicho por él es casi el nuevo Evangelio están diciéndonos que sus promesas y las opiniones y juicios que pronuncia acerca de éste o aquel tema deben ser aceptados como parte de un dogma religioso.

Cambiar a una persona para que cada vez crea menos y piense (analice) más es resultado de un largo proceso de cambio cultural. El nivel de buena parte de nuestros electores, lo aceptemos o no, es resultado de una educación que lo ha preparado para creer, no para pensar.

Es natural, entonces, que lo que dice López y lo que ayer decían Peña, Calderón, Fox, Zedillo y demás presidentes, el ciudadano lo creía; casi siempre rechazaban pensar en su viabilidad y/o su corrección. Su conducta pues, como dije arriba, los llevaba a creer, no a pensar.

Ahora bien, en cuanto a las afirmaciones huecas y promesas incumplibles, por la educación recibida, es fácil que decenas de millones las crean; además, ¿quién podría hacerlos cambiar de opinión ante la creencia de que López sí construirá esta obra, a pesar de que su gobierno no contará con los recursos necesarios?

Para ellos, la realizará López porque simplemente ellos creen en su palabra.

¿Qué sucede, entonces, cuando estamos no frente a promesas incumplibles u ocurrencias diversas, sino ante datos recopilados con la debida seriedad y profesionalismo de instituciones, las cuales cuentan con personal que ha demostrado durante años su capacidad y honradez intelectual?

Esos datos, los datos duros, ¿sería posible rechazarlos sin más, sólo porque López no creyere en ellos?

Es más, ¿acaso los datos estadísticos —para ser aceptados como válidos y, por lo tanto útiles—, deberían estar sujetos a la creencia de éste o de aquél? La respuesta es un no rotundo; los datos duros podrán molestar a algunos o al poderoso por razones de índole diversa, pero no deberían estar sujetos a la aduana de la creencia de ignorantes o de gobernantes incapaces.    

Los datos, lo acepten o no los que los ven como un ataque personal a su desempeño, no tienen inclinación política ni pretenden favorecer al poderoso o a sus críticos; son insumo fundamental para el análisis de una economía, por ejemplo.

¿Por qué le he dicho lo anterior? Porque anda por ahí uno que teme a los datos duros sin darse cuenta que a lo que debería temer es a su incapacidad.

Por favor, no tema rechazar los otros datos que dice tener porque son sólo invenciones para disfrazar su pésimo desempeño.

 

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