Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

4 Jun, 2019

¿Qué esperar de los resultados del domingo?

Escribo esta colaboración el domingo 2 de junio a propósito, pues no quiero tomar en cuenta —para estas opiniones— los resultados preliminares ni los de las encuestas de salida ni los de los conteos rápidos, menos los pronunciamientos de los partidos, porque pienso que, al margen de ellos, hubo y habrá consecuencias que reflejaron y reflejarán objetivamente las peores características de la gobernación que hoy padecemos.

(Aclaración obligada: Esas características no son, en modo alguno, privativas del actual gobierno, y de su partido y cuadros y militantes; los anteriores, con diferencias de matices, hicieron lo mismo y actuaron casi de la misma manera).

Una, no menor, es la pésima selección de candidatos que llevó a cabo el partido que hoy gobierna con dos casos extremos: Puebla y Baja California. En el primero, es una vergüenza de dimensiones impensables designar a un candidato, el cual es muy posible —dados sus graves problemas de salud— no complete siquiera los dos años al frente de la gubernatura para permitir a Morena desecharlo y así designar a su reemplazo sin tener que convocar a elecciones.

En Baja California designaron un candidato cuyo mayor mérito no es otro que su cercanía con López; en lo personal, mostró sin recato alguno su soberbia y talante autoritario, no sólo en la falta de respeto a lo más elemental —Reglamento de Tránsito—, sino también su renuencia a participar en los debates celebrados para no exhibir sus limitaciones, las cuales, por lo demás, son bien conocidas.

Durante el desarrollo de las campañas fue imposible no recordar las prácticas de los años del dorado autoritarismo y del partido casi único; sin duda, una buena parte de quienes se han integrado a Morena estudiaron a conciencia las Obras Completas de los grandes alquimistas que dieron lustre y lastre (esto último lo diría Gil Gamés) al PRI. De la misma manera, aplicaron con un celo digno de mejor causa, las sinvergüenzadas de aquellos.

Las consecuencias de los procesos electorales de hace dos días ratifican, de entrada, la voluntad claramente manifiesta del gobierno actual y de quien lo encabeza, así como de su partido: dominar sin recato y límite alguno todo espacio de la vida política del país, a costa de lo que fuere necesario. No les importa ni imagen ni descrédito; tampoco los señalamientos de unos y otros de dicha ambición, probadamente desmedida desde antes de la toma de posesión.

¿Qué veremos entonces? La profundización de la demagogia actual soportada en desatinos y ocurrencias, los cuales, ante la debilidad y penuria de las finanzas públicas, pronto serán un desagradable recuerdo. En ese grupo entran, primordialmente, la refinería de Dos Bocas, Santa Lucía, el Tren Maya y el Transístmico y ese engendro de los apoyos a los nininis (ni estudian ni trabajan ni quieren), entre muchos otros.

Luego entonces, ¿tiene sentido preguntar quién ganó el domingo? Ante lo que ya se ve venir como consecuencia de la ambición desmedida del gobernante y sus afanes autoritarios, ¿en verdad importa la respuesta?

Y ante la abyección e indignidad de los que lo rodean, ¿qué esperar? Simplemente, lo peor.

 

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