Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

24 Nov, 2020

¿Qué ganamos al conservar la ignorancia de ayer?

Poco a poco, la economía mexicana se ha vuelto más compleja. Desde su apertura en el año 1987, las certezas que por decenios nos acompañaron dieron paso a incertidumbres que fueron aprovechadas exitosamente por unos, a la vez que causaron miles de quiebras de negocios —más que de verdaderas empresas—, los cuales no se adecuaron a las condiciones creadas por la apertura económica.

Antes de ese año, durante la vigencia de un modelo económico que privilegiaba el aislamiento e ignorancia de las condiciones que la globalidad había generado en buena parte del planeta —desde los años sesenta del siglo XX—, cientos de miles de negocios y no pocas empresas debieron enfrentar lo inimaginable: la competencia feroz por tener presencia e influencia en los otrora mercados cerrados para, así, ganar la preferencia de ese personaje desconocido: el consumidor.

Antes de ese año —fatídico para muchos—, la ignorancia de las nuevas tecnologías y las tendencias en el consumo y preferencias de un consumidor informado y exigente, impedía conocerlas y tomarlas en cuenta. Sin embargo, la apertura económica nos obligó a hacerlo, y a ver los mercados como algo vivo.

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La ignorancia, que por decenios glorificamos y veíamos como algo muy nuestro, debió dar paso a ideas y reglas, la cuales, junto con el lenguaje de la globalidad, el empresario debió hacer suyos y dominar. Esto, si en verdad quería permanecer como tal. A partir de entonces ya nada fue fácil, ni “hacer empresa”, mucho menos ser empresario.

Es más, gobernar se volvió difícil y exigió, a partir de la apertura, saber de temas que ni existían en el vocabulario de los políticos. Hoy, las exigencias de la nueva gobernación no se satisfacen ni se acepta la obligación de conocerlas. ¿Qué ganamos con ignorar lo que sucedía y sucede en el resto del mundo? ¿En verdad ese México ignorante de los cambios estructurales en decenas de países fue mejor que el actual? ¿Quién en su sano juicio afirmaría tal disparate?

A pesar de la tragedia que significó dicha ignorancia para el país y su economía y para el mejor futuro de decenas de millones de mexicanos, no falta quien la aprovecha hoy para manipularlos y venderles un pésimo pasado, como si fuere el mejor de los futuros.

¿Qué lo ayuda en este objetivo? La ignorancia que desde el cardenismo se nos ha venido inculcando. Los frutos de esa educación castrante intelectualmente los padecemos hoy. Sin freno alguno, todavía glorificamos no enterarnos e incluso rechazamos aprender e informarnos.

Los ciudadanos de hoy actuamos ciega y acríticamente porque así nos educaron: “No preguntes, vota por mí y mis candidatos”. Eso es lo tuyo, lo demás, déjalo de mi parte. Yo gobernante, velaré por tu felicidad y resolveré tus problemas.

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A querer y no, la ignorancia y su glorificación ha pasado de generación en generación. Hoy, cuando en el mundo el conocimiento y cuestionar al gobernante es regla, aquí es excepción. Además, informarse y combatir la ignorancia es visto casi como un delito. Es más, a pesar de esa conducta, todavía nos atrevemos a decirle al resto del mundo cómo deben gobernar. ¡Qué ridículo!

 

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