Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

23 Jul, 2019

¿Quién se atrevería a afirmar que vamos requetebién?

 

Los días pasan y las evidencias se acumulan; los datos son implacables y la conclusión no puede ser otra: las cosas no van bien. ¿Es posible, ante los datos acumulados y las evidencias abrumadoras en prácticamente todos los aspectos de la vida nacional, afirmar sin sonrojarse al menos, que las cosas van bien e incluso, lanzar la bravata retadora de que vamos requetebién?

¿Qué se requiere hoy para aceptar, acríticamente, que las cosas van bien, muy bien o requetebién? ¿Acaso el elemento fundamental para aceptar dicha afirmación es la ignorancia total en materia económica? ¿O sería la profunda apatía arraigada desde hace decenios o, por qué no, la fe ciega en lo que queremos creer por encima de la dolorosa realidad?

¿Es aceptable –en el aquí y el ahora–, después de más de 30 años de apertura económica e incorporación a la globalidad, y más de 25 de vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), no darse cuenta de las señales y mensajes que nos envía la economía? Puestas las cosas de otra manera, ¿qué requeriríamos para convencernos de que las cosas no van bien, o mejor dicho, de que en realidad van mal?

En unas cuantas semanas –en poco más de siete–, este 8 de septiembre, este gobierno deberá enfrentar su primera gran prueba: la entrega al Congreso del Paquete Económico. Los tres documentos principales que lo integran –Criterios Generales de Política Económica 2020, Iniciativa de Ley de Ingresos 2020 y el Proyecto de Decreto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2020– deberán, a querer y no, reflejar la realidad que hoy enfrentamos como consecuencia de decisiones erróneas y proyectos carentes de todo sustento, tanto en la parte técnica como financiera no se diga ya en lo ambiental.

La obligación del gobierno federal frente al Paquete Económico es la objetividad, no la manipulación de las cifras y menos la tergiversación de los mensajes y señales que en los primeros ocho meses de este año nos ha enviado permanente y sistemáticamente la economía.

Cualquier intento –por pequeño que fuere–, que tuviere el objetivo de maquillar la cruda realidad que es ya imposible negar y mucho menos ocultar, se encontraría con una dura e inmediata respuesta de quienes son hoy, se diga lo que se diga y se acepte o no, la última línea de defensa de la racionalidad económica: las calificadoras.

La gota que vendría a derramar el vaso sería, es ya evidente, una rebaja más en la calificación de la deuda soberana de México y, por supuesto, la de Petróleos Mexicanos. Hace ya semanas que pasamos el punto de no retorno; imposible es ya prometer o pretender que se hará esto o lo otro en materia de racionalidad económica y del saneamiento en serio de Petróleos Mexicanos.

Las palabras, por bonitas y melosas que pudieren parecernos, en modo alguno serían aceptables para las calificadoras; es más, a buena parte de los empresarios tampoco los convencerían.

Por eso le pido dejar de lado lo frívolo junto con las bravatas retadoras y los viejos clichés de los años setenta del siglo pasado, para estar atento a lo que contendrá el Paquete Económico. ¿Hay todavía por ahí algún ingenuo que piense que traerá la gran rectificación que urge?

 

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