¿Cuáles habilidades deberán tener los profesores del 2030?

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Algunos autores señalan que los docentes del futuro deberán transformarse en motivadores, consejeros y terapeutas personales. Foto: Cuartoscuro.
Algunos autores señalan que los docentes del futuro deberán transformarse en motivadores, consejeros y terapeutas personales. Foto: Cuartoscuro.

El mundo está evolucionando velozmente en los diferentes sectores profesionales y personales, la tecnología nos ha envuelto y la tenemos presente en casi todo lo que hacemos; los intereses de los niños y jóvenes que representan el futuro cambian todos los días y el acceso a la información está en la palma de sus manos.

Con todo esto, uno de los sectores en el cual más caminos se abren es en el educativo y surge la pregunta sobre ¿cuál será el papel del ejecutor principal de todas estas trasformaciones?, sí, ¿cómo deberá ser el docente del 2030?

En la historia, una de las profesiones con mayor influencia en el desarrollo de las sociedades, pero también una de las menos reconocidas (al menos en lo salarial), ha sido la del maestro, sin importar el nivel, modalidad e incluso la institución, esto además de la limitada formación que se le da para desarrollar las competencias necesarias que le ayuden a enfrentar los retos que implican las nuevas generaciones que demandan conocimientos y competencias diferentes a las de los años de 1990 o  2000.

El Instituto de Estadística de la UNESCO (IEU) señala que “será necesario contratar 69 millones de profesores para garantizar la universalización de la enseñanza primaria y secundaria de aquí a 2030”.

De acuerdo con la Declaración de Incheon, se hace un llamado a los Estados miembros de la UNESCO para “asegurar que los docentes y educadores tengan las competencias necesarias, sean contratados y remunerados de forma adecuada, reciban una buena formación, estén profesionalmente calificados, se encuentren motivados, estén repartidos de manera equitativa, así como eficaz en todo el sistema educativo y reciban apoyo dentro de sistemas dotados de recursos, eficaces y bien administrados”.

El papel del profesorado en el aula se ha venido modificando década tras década. Y aunque previo al año 2000 los cambios no eran tan evidentes, en aquellos años ellos eran los poseedores de la verdad absoluta y, generalmente, las clases eran un monólogo en el cual los alumnos fungían solo como escribanos y, en casos muy raros, se llegaban a aplicar técnicas de síntesis de información como una habilidad sobresaliente, aunque difícilmente se generaban debates en los cuales se analizaran conceptos o se resolvieran casos o problemas.

Algunos autores señalan que los docentes del futuro deberán transformarse en motivadores, consejeros y terapeutas personales, lo cual no suena muy distante de la realidad, pues los sistemas o robots serán los encargados de transmitir los conocimientos y los maestros de formar a los educandos en “habilidades blandas”, como ética, trabajo en equipo, inteligencia emocional, pero, sobre todo, deberán ayudar a desarrollar la resiliencia para que aprendan a sortear todas las adversidades que se presentarán a lo largo de su vida y no claudiquen en el alcance de sus metas personales y profesionales.

Así pues, el pedagogo deberá ser un motivador y orientador para que los discípulos encuentren su vocación.

Además de todo esto, deberán convertirse en expertos tecnólogos educativos o robo-educadores para gestionar e implementar todas las nuevas metodologías, como el aula invertida, la gamificación, la realidad virtual o aumentada, de tal manera que puedan aprovechar el aprendizaje adaptativo dentro de sus clases híbridas o en línea, con la finalidad de preparar a los alumnos de acuerdo con sus necesidades particulares y de esta manera ofrecerles una educación personalizada.

Algo que también deberán aprender es a desenvolverse en nuevos espacios físicos dentro de las aulas inteligentes, pues las disposiciones están cambiando a ambientes más colaborativos en donde el actor principal deja de ser el mismo docente y le cede la estafeta a los estudiantes para que sean ellos quienes construyan el conocimiento mediante sus experiencias y reflexiones, tal y como lo dicta la metodología del aula invertida, la cual será tendencia viva en los próximos años.

Uno de los grandes retos será formar a expertos en los programas del futuro, como el cuidado del medio natural, la ciencia de datos, las nuevas energías, la biotecnología, etc., pero todo esto con las habilidades docentes que se requieren para transmitir el conocimiento a los colegiales y tener profesionales con los conocimientos y competencias necesarias para enfrentar los retos mundiales que se avecinan.

Con base en todo esto es necesario unirnos como comunidad académica, desde los padres de familia, alumnos y directivos, para apoyar a los máximos mentores de vida, como lo son los docentes, para así lograr los sueños de cada uno de los estudiantes que ellos estarán formando y de esa manera, en el 2030, seamos totalmente capaces de ocupar todas las herramientas a favor de la mejor experiencia de aprendizaje.

Por: Jesús Deloya.

Jbf

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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