Edgar Amador

Edgar Amador

17 Jul, 2023

Cuidado con la deflación Made in China

China es la fábrica del mundo. Una gran parte de nuestros utensilios cotidianos tienen la leyenda “Made in China”. Pero el producto de exportación más reciente del dragón chino no es ni un mueble, ni una vajilla: es deflación. En la cartera de los banqueros centrales del mundo quizá lleven una foto cariñosa con la imagen de China, quien súbitamente se ha convertido en la mejor aliada en contra de la complicada inflación occidental, pues directa e indirectamente, el coloso asiático está poniendo presión a los precios, pero en la dirección contraria.

Las razones por las cuales China está exportando deflación al resto del mundo no son halagüeñas, pero al menos de corto plazo son bienvenidas, pues están ayudando a que la complicada inflación que irrumpió por el mundo en 2021 comience a ceder con más rapidez de lo que se esperaba. La inflación anualizada al consumidor en China es de 0.1%, mientras que la inflación al productor es negativa, señalando que la gran fábrica del mundo enfrenta deflación a la hora de adquirir sus insumos y, por tanto, está creando condiciones para que la inflación de los consumidores sea incluso menor en los próximos meses.

Algunos sectores muestran caídas más profundas: la carne de puerco, por ejemplo, un básico de la dieta china, vio una reducción de sus precios de 7.2%, mientras que en los sectores de transporte (-6.5%) y bienes no alimenticios (0.6%) hubo también caída en los precios por quinto mes consecutivo. Algunos especialistas sugieren un paralelismo entre lo que está ocurriendo en China en este momento, con lo que ocurrió en Japón de  1990 a la fecha. No parece ser el caso, a pesar de que en ambos existe el antecedente de una burbuja inmobiliaria, la desproporcionada euforia financiera de Japón de los años 80 fue muy superior al disparatado mercado de bienes raíces chino.

Ahora China está sufriendo las consecuencias de las decisiones tomadas hace casi 15 años, cuando, para enfrentar la severa crisis de 2008-2009, que hundió a las economías occidentales, el liderazgo de aquel país decidió incentivar una inversión descomunal en el sector inmobiliario, literalmente construyendo ciudades nuevas para albergar a los millones de ciudadanos que estaban emigrando del campo a la ciudad. Tal estrategia funcionó en ese momento, aislando a China de la gran recesión global, pero ahora el exceso de inversión inmobiliaria se refleja en caída en las propiedades, y en el deterioro progresivo del valor de los activos bancarios, lo cual a su vez petrifica la dinámica de crédito en el país. Por esto, China enfrenta una deflación muy complicada: la de activos, que se está traspasando recientemente a los bienes y servicios.

China está exportando deflación al resto del mundo por dos vías: de manera directa, al reducir los precios de los innumerables artículos que produce y que vende al exterior; y, de manera indirecta, al estar su economía creciendo en niveles inesperadamente bajos, desinfla la demanda de materias primas y energéticos, desplomando sus precios y ayudando a que los precios de la energía colapsen en todo el mundo. Al menos por el lado del combate contra la inflación, la debilidad económica china es una buena noticia, pues los factores antes mencionados son una inesperada y favorable sorpresa para los índices de precios de las economías occidentales, en donde los indicadores de junio presentaron lecturas menores a las anticipadas. Pero, que la inflación mundial esté bajando porque China está enfermita no es una buena noticia del todo. Sería bueno que la inflación bajara, al tiempo que China esté creciendo, porque el estancamiento económico de ese país puede conjugarse con un punto de inflexión en EU y complicar aún más el escenario.

Gracias al gigantesco estímulo fiscal y monetario de EU y Europa durante la pandemia, y respondiendo también a la enorme productividad y flexibilidad de nuestros vecinos, apoyados en un acelerado cambio tecnológico, la economía estadunidense ha logrado capotear el alza más agresiva de las tasas de interés de las últimas cuatro décadas sin caer en una recesión. Pero los mayores costos financieros acabarán produciendo el resultado lógico: una desaceleración del empuje económico estadunidense. Si a lo anterior añadimos el malestar económico chino, tenemos algunos ingredientes para que la economía global detenga su dinamismo en los próximos meses.

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