José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

17 May, 2019

¿Fin del viacrucis venezolano?

En el pasado resultaba relativamente fácil predecir cuándo caería uno de los numerosos dictadorzuelos que asolaron los países iberoamericanos por tanto tiempo, pero el caso de Venezuela con Nicolás Maduro hoy se ha vuelto mucho más difícil por los mecanismos que construyó Hugo Chávez para impedirlo.

El otro elemento que juega un papel clave en explicar lo longevo de una dictadura tan a todas luces desastrosa es la cuarteta de ineptos en el gobierno de Estados Unidos que tienen a su cargo operar el cambio de régimen:

El vicepresidente Mike Pence, cuyo único talento conocido es el de lamerle las suelas a los zapatos de su jefe; el mofletudo Mike Pompeo, sin la menor pista de lo que es la diplomacia; John Bolton, un belicoso sicópata a cargo del Consejo de Seguridad Nacional; y Elliott Abrams con más de tres décadas de fracasos sanguinarios a su cargo en El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Panamá.

Lo que hizo Chávez para matar la democracia venezolana y quedarse con todo el poder fue, primero, descabezar al ejército de todo mando que no fuera leal a él, mientras construía un aparato de seguridad paralelo con militares y espías cubanos, diseñado para neutralizar cualquier intento de sublevación.

Acto seguido, se dedicó a minar la estructura institucional del país, incluyendo el Congreso, la Suprema Corte y el banco central, quedándose así directamente a cargo de todas las decisiones para estatizar la economía a su gusto, poniendo a militares de alto rango a cargo de empresas que les permitieran hacerse ricos.

Con una estructura así, floreció la corrupción al dejar de haber mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, pues conforme avanzó el poderío del gobierno en todos los ámbitos y se adoptaron férreos controles a los precios, incluido el de las divisas, el robo a la riqueza nacional se volvió general y enorme.

La joya de la corona, PDVSA, a cargo de las mayores reservas de petróleo del mundo, se llenó de ineptos leales al régimen y se corrió a los técnicos que sabían cómo operarla, con lo que la producción se fue en picada al tiempo que cayeron los precios del crudo y empezó el derrumbe económico y la hiperinflación.

Pero, en el camino a la ruina económica que llevó al éxodo masivo de venezolanos, se consolidó el consorcio criminal que también incorporó al narcotráfico y otras actividades delictivas y que es el que hoy gobierna Venezuela, con el apoyo de países que, a pesar del obvio fracaso, comparten su ideología tropical/socialista, como Cuba, Nicaragua, Bolivia, Rusia y, por desgracia, ahora también México.

El (des)gobierno de Donald Trump, con los personajes siniestros aludidos a la cabeza, tiene una confusa política hacia Venezuela entre amenazas de invasión alegando la restauración de la Doctrina Monroe, por la que Estados Unidos se abrogó el derecho de intervenir en el resto de las Américas a su antojo, imponer sanciones pecuniarias de dudosa efectividad y ofrecer impunidad a quienes se quieran ir.

Me temo que esto no va a terminar pronto y que Venezuela seguirá sufriendo.

 

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