José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

10 Ene, 2020

La barbarie de Trump

En 2001, el régimen talibán en Afganistán empezó a dinamitar los Budas de Bamiyán, monumentales estatuas talladas en un acantilado al noreste de Kabul, en la ruta de la seda que conectaba Europa con Asia, lo que horrorizó al mundo por su increíble barbarie.

Este consenso facilitó la alianza que invadió ese país luego de los ataques del 11 de septiembre del mismo año, al saberse que los talibanes daban refugio a Osama bin Laden y otros terroristas responsables del ataque a las Torres Gemelas de NY y el Pentágono en Washington.

Quince años después, terroristas autollamados el Estado Islámico en Siria destruyeron en Palmira el Tetrápilo y su Teatro Romano, causando de nuevo un escándalo entre las naciones civilizadas que condenaron ese acto de barbarie y reforzaron sus esfuerzos por eliminar a los culpables.

Al ordenar la ejecución del general Qasem Soleimani, comandante de las fuerzas especiales de la Guardia Revolucionaria de Irán, por “planear inminentes acciones (no definidas) contra los intereses de EU”, el ignorante Donald Trump agregó que estaba listo para demoler su patrimonio cultural.

No voy a discutir los aspectos éticos de un país que decide matar a un líder de otra nación ni sus implicaciones geopolíticas, las posibles represalias de largo plazo del régimen teocrático iraní, el evidente rechazo de Irak, supuesto aliado de Estados Unidos, o la censura de los países que solían apoyar a EU.

Quiero, más bien, centrarme en la atrocidad que una nación que se ostenta como la potencia indispensable, guardián de la ley y el Estado de derecho globales, enemigo de dictaduras y promotor del respeto a la diversidad cultural y la democracia, caiga tan bajo como para tolerar a un dirigente que amenaza con destruir la herencia cultural de la humanidad.

Es cierto que la propaganda gringa sobre sus propias virtudes dista mucho de ser compatible con su historia de devastación de las culturas nativas en su país o arrasar la civilización de naciones conquistadas, como Cuba y Filipinas, o su protección de las peores dictaduras cuando así les convino.

Quien haya tenido el privilegio de visitar las joyas de la antigua Persia sabe que la Plaza del Imán, en Isfahán, frente a su riquísimo bazar y rodeada de un conjunto de edificios únicos del arte musulmán, como el palacio de Ali Qapu y las mezquitas del Shah y Lotf-Allah, o la gran Persépolis, el centro del mundo en su época erigida por el rey Darío hace 2,500 años, son reliquias invaluables.

¿Por qué el patrimonio cultural de la humanidad debe sufrir la barbarie de un imbécil que quiere distraer la atención mundial del juicio político que enfrenta?

La primera reacción de Irán, al bombardear bases de EU en Irak, fue mesurada y permite esperar que habrá una distensión del amago bélico, pero el solo hecho de que Trump haya amenazado con atacar el incomparable acervo cultural iraní, que cuenta con 22 sitios reconocidos por la ONU como herencia cultural de la humanidad, más que Egipto, Grecia, Turquía y, por supuesto, Estados Unidos, es inaceptable.

 

*El autor es consultor en economía y finanzas internacionales en Washington, D.C. y ha sido catedrático en universidades de México y EU. Correo aquelarre.economico@gmail.com.

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