José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

7 Jun, 2019

Onanismo negociador

Es asombroso que el gobierno de México se declarara sorprendido por el último amago de Trump de imponer tarifas a todas sus compras a ese país, empezando con 5%, el 10 de junio, y elevando la tasa cada mes hasta 25%, cuando la única constante en su conducta desde que anunció su candidatura ha sido insultarlo.

Aquí hemos reiterado, una y otra vez, que tarde o temprano tomaría acciones catastróficas en perjuicio de su vecino y primer socio comercial en lo que va del año, pero con un triunfalismo absurdo, los burócratas mexicanos ya daban por segura la aprobación en Estados Unidos del nuevo tratado comercial de Norteamérica, y lo enviaron para su ratificación por el Senado el mismo día del malhadado anuncio.

Es evidente que imponer tarifas a un país miembro de un acuerdo comercial válido como el TLC de Norteamérica es a todas luces ilegal y violatorio del propio Tratado y de las leyes vigentes, pero, además, representa la lápida del nuevo acuerdo en proceso de aprobarse por los cuerpos legislativos de los tres países.

Ante la última amenaza, un grupo de aguerridos oficiales se trasladó a Washington para “negociar” cuando no había nadie con quien hacerlo: Trump volaba a Inglaterra, mientras que el secretario de Estado y el asesor favorito y yerno viajaban por Europa y el Cercano Oriente, y el Congreso estaba en receso.

No queda claro qué es lo que vinieron a negociar con una contraparte que lo que quiere es imponer su voluntad sobre algo que México no puede aceptar, pues no tiene forma de cumplir: detener las hordas de aspirantes a refugiados que ahora ingresan en su territorio; aceptar que se le regresen, en espera de su juicio, los cientos de miles que ya lograron llegar a EU, y acabar con el narcotráfico.

México siempre ha carecido de la capacidad para cumplir con lo que hoy exige Estados Unidos, que tampoco ha tenido éxito como lo acredita la crisis en su frontera y el flujo incesante de drogas ya en su territorio, pero la demolición institucional atroz de AMLO logró que su capacidad de funcionar se esfumara por completo.

No ha ayudado la delirante actitud de sumisión del Presidente de México y el inepto equipo que seleccionó, que es justo lo que quiere un acosador profesional como Trump, que suele ceder cuando se le opone viril resistencia, pero

que se engalla ante el vasallaje y cursis cartitas amorosas que le envían.

Llama también la atención la peculiar composición de la delegación que se envió a Washington: los secretarios de Relaciones, Comercio y Agricultura son obvios, pero ¿dónde están los de Seguridad, Gobernación y la Fiscalía, que se supone son los responsables de migración, combate al crimen y seguridad nacional?

¿Por qué se agregaron de último momento los de Hacienda, Defensa y Marina?

Al momento de escribir estas líneas, representantes de ambos gobiernos se hallan de nuevo conversando, después del rotundo fracaso del miércoles, y lo que siguen sin entender los enviados de México es que están en Washington para acatar órdenes de Trump y sus lacayos, no para negociar.

 

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