José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

20 Dic, 2019

Paul Volcker y México 2

La semana pasada describí cómo los hercúleos esfuerzos en política monetaria de Paul Volcker al frente de la Fed, consiguieron que la inflación que andaba en Estados Unidos en 12% en 1979, cayera debajo de 4% para 1983 a costa de una recesión grave, desempleo arriba de 10% y tasas de interés sin precedentes de 21 por ciento.

Cuando se anuncia en 1982 que México no podrá pagar su deuda externa –80 mil millones de dólares–, en los círculos financieros de EU se culpó a Volcker por sus altas tasas de interés, sin reparar que el yerro mayor había sido un gasto público demencial en ese país sufragado con deuda externa.

Era necesario actuar con celeridad ante una crisis que contagiaría al resto de Iberoamérica y pondría en entredicho la solvencia de los grandes bancos de los países ricos, por lo que sus autoridades tenían que actuar, pero requerían de un liderazgo firme e ilustrado.

Ese papel estelar fue para Volcker y Jacques De Larosière, cabeza del FMI, conscientes del peligro que el apuro en ciernes podría transmutarse en la ruina del sistema financiero, por lo que de inmediato tomaron medidas para dotar a México de medios para evitar la suspensión –pago adelantado de exportaciones–.

Mientras tanto, López Portillo se radicalizó en su último trimestre, aconsejado por los peores economistas socialistoides de México y Cambridge, Inglaterra, y nacionalizó los bancos, suspendió el pago de la deuda, adoptó un férreo control de cambios, y cesó a Miguel Mancera del Banco de México.

Por fortuna, Jesús Silva Herzog, el ministro de Hacienda elegido por el presidente electo Miguel de la Madrid (1982-88), permaneció en su cargo, y empezó a trabajar arduamente en cómo superar la crisis, dado que en tres meses la nueva administración, con expertos sensatos y diestros, se haría cargo.

El FMI se priorizó conseguir una masa crítica de apoyo de la banca internacional para el rescate de México, bajo el principio que los bancos harían renovaciones automáticas de sus créditos para evitar caer en default y extender los vencimientos con el nuevo gobierno, bajo un programa de ajuste diseñado por el FMI y economistas mexicanos.

Volcker encabezó no sólo el esfuerzo internacional, junto a DeLarosière, sino que persuadió al gobierno de su país a involucrarse en serio en el esfuerzo de apoyar a las naciones en la crítica situación de no poder pagar, pero que estaban dispuestos a adoptar las medidas necesarias para corregir su futuro destino.

En México, con Silva Herzog en Hacienda, y Mancera, de regreso en el banco central, y con el apoyo de la comunidad financiera mundial, se hicieron ajustes radicales, pero ineludibles, en las finanzas públicas, en la política cambiaria y en el rumbo futuro de la economía.

El inicio de esta exitosa epopeya “neoliberal”, con muchos lances, más antes de su solución final –que relaté en esta columna hace 6 años–, debe estudiarse por un gobierno que se enfila de nuevo al despeñadero.

 

El autor es consultor en economía y finanzas internacionales en Washington DC y ha sido catedrático en universidades de México y EU.

 

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