José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

13 Dic, 2019

Paul Volcker y México

Acaba de fallecer Paul Volcker, el gigante –intelectual y físico– que derrotó a una inflación que estaba saliéndose de control en EU en los 70, pero que al hacerlo con elevaciones draconianas en las tasas de interés que controla su banco central, coloquialmente conocido como el Fed, orilló a países con deuda externa elevada, como México y el resto de Iberoamérica, a una grave crisis.

Los jóvenes ignoran cómo se gestó ese desastre que llevó a la “década perdida de los 80” y hoy que está de moda achacarle todos los males al “neoliberalismo,” se culpa a las políticas de forzosa austeridad adoptadas para superar ese trance.

Falso, lo que llevó a la debacle fue un gasto enorme sufragado con deuda externa.

En apretada síntesis, el origen del problema empieza con el embargo petrolero que decretó la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), que hizo que se triplicara el precio de la gasolina en 1973, redistribuyendo en forma radical pingües recursos de los países importadores a los productores.

Ello, generó excedentes de efectivo que los petroleros depositaron en bancos de países avanzados, que se dieron a la tarea de buscar a quién prestárselos.

Por su elevada cuantía, esos dineros empujaron las tasas de interés a la baja, lo que hizo endeudarse en dólares más atractivo.

Pero el alza en los precios del petróleo tuvo otras secuelas, al crear incentivos para explorar y adoptar técnicas innovadoras en la explotación de yacimientos ya existentes, lo que condujo a elevar la oferta e indujo a países, como México, que para entonces ya importaba mucho de su petróleo, a buscar nuevos veneros.

En esa crucial coyuntura, los ingenieros de Pemex hallaron enormes yacimientos en el Golfo de México, lo que celebró el presidente José López Portillo (1976-1982) con la inolvidable frase “ahora tenemos que aprender a administrar la abundancia,” lo que se tradujo en gasto público excesivo y más endeudamiento.

¿Qué mejores clientes para prestar los excedentes en las bóvedas de los bancos que nuevos ricos como México y Venezuela, con abundante petróleo cuyo precio se duplicaba cada año y que exportaban cada vez más?

Pocos economistas pronosticaron entonces una próxima caída en los precios, como ocurrió pronto.

En otoño de 1981, cuando los precios del petróleo dejaron de subir, los banqueros acreedores dieron la voz de alarma de la posible insolvencia de sus nuevos clientes y se percataron que el aumento de tasas de Volcker en el Fed, hasta un 21% para contener la inflación en EU, hacia inviable el pago de sus deudas.

La esencia para que un deudor mantenga su solvencia es que el banco acreedor renueve sus créditos en lugar de liquidarlos, pues normalmente las inversiones en las que están comprometidos generarán utilidades en plazos mayores a los del vencimiento de los créditos.

Cuando la confianza se esfuma, nadie renueva.

Hasta aquí la historia en la que sus detractores pintaban a Volcker como el villano.

En la próxima entrega presentaré sus aportaciones a la solución.

El autor es consultor en economía y finanzas internacionales en Washington DC y ha sido catedrático en universidades de México y EU.

 

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