José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

21 Jun, 2019

Voto contra el T-MEC

Empiezo por recordar a mis lectores que fui un entusiasta promotor del TLC de Norteamérica entre 1989 y 1994, cuando estuve en Washington como ministro para Asuntos Económicos en la Embajada de México, y el año final como académico en la escuela de negocios de la Universidad de Georgetown. En ese lapso viajé por todo EU promoviendo sus virtudes.

Al inicio de ese proceso candorosamente pensé que la oferta mexicana sería recibida con entusiasmo universal en EU, lo que ocurrió sólo en el gobierno en turno, parte de su partido, y facciones ilustradas de la oposición demócrata, crecientemente adictas al sindicalismo proteccionista.

La oposición contra el TLC fue grande: la mayoría de los legisladores demócratas, los segmentos más reaccionarios del Partido Republicano, los afroamericanos que recelan de los mexicanos, ecologistas extremos que veían al libre comercio como una amenaza, y nativistas, como el magnate Ross Perot, que temían la pérdida de fuentes de trabajo. Estos grupos estaban bien financiados y hacían mucho ruido, pero el principal enemigo del libre comercio con México era la ignorancia de lo que estaba en juego para la mayoría de los empresarios y trabajadores, por lo que ese fue el objetivo central de nuestra campaña promocional.

Así, mientras los brillantes técnicos de la Secretaría de Comercio negociaban y generaban prolija información mostrando el impacto positivo del comercio con México en cada distrito electoral en juego en EU, en la Embajada repetíamos las buenas nuevas en todo el país, con apoyo de cónsules elegidos para ello. La premisa de nuestra labor fue que por la puerta lateral estábamos adoptando, mediante un tratado comercial sólido y confiable, reglas claras para aplicar la ley, resolver disputas y dar seguridad a los contratos, como sucede en los países avanzados, lo que había eludido a México desde siempre.

Esa premisa quedó hecha trizas con los caprichos proteccionistas de Trump, que violó el TLC en vigor al adoptar unilateralmente tarifas alegando causas de “seguridad nacional,” forzando a Canadá y México a negociar un nuevo acuerdo que impone múltiples formas de comercio manipulado por su gobierno ajenas al libre comercio, y restándole confiabilidad al forzar su revisión periódica.

No contento con tales aberraciones para el líder de un país serio, decidió amagar a México con aranceles indiscriminados a sus exportaciones que irían subiendo hasta llegar al 25%, en caso de no detener en su territorio el desbordado flujo migratorio hacia EU. Trump es un chantajista consuetudinario, por lo que ayer el objeto de su ira fueron los migrantes, mañana serán las drogas y más adelante sólo Dios sabe qué más, y ya le tomó la medida al pusilánime liderazgo mexicano, que después de la primera agachada no le quedará otra que seguirse doblando. Es por ello que propongo emprender una cruzada para derrotar el T-MEC en el Congreso de EU, pues es absurdo ultimar acuerdos que no valen el papel en el que están escritos.

 

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