Maricarmen Cortés

Desde el piso de remates

Maricarmen Cortés

30 Ene, 2024

¿Desaparecerán las sucursales bancarias?

La plana mayor de Grupo Financiero Banorte, encabezada por Carlos Hank González, presidente, y Marcos Ramírez, director general, anunció ayer con bombo y platillo el inicio de operaciones de bineo, que realmente marca un hito en el sistema financiero mexicano, porque es el primer banco 100% digital que opera con una licencia bancaria y, por lo tanto, está sujeto a regulación de todas las autoridades financieras y sus ahorradores estarán protegidos en su patrimonio igual que los clientes de todos los bancos en México por un monto de hasta 400 mil udis, equivalente a poco mas de 3 millones de pesos.

Es una apuesta interesante de Banorte hacia las nuevas generaciones que no quieren ir a sucursales bancarias y prefieren hacer todos sus trámites en línea. Será realmente una competencia frente a múltiples opciones de financiamiento fintech que se han multiplicado en México, porque bineo será el primero en ofrecer la cobertura en inversiones.

Habrá que ver si otros bancos siguen el mismo camino o, como lo hace hoy la mayoría, ofrecen cada vez más opciones de financiamiento a los jóvenes facilitando la apertura de cuentas a través de apps, y sin necesidad de acudir a sucursales bancarias.

La interrogante es, precisamente, qué pasará con las sucursales bancarias con esta tendencia, a la que incluso los adultos mayores –que somos los más renuentes a utilizar servicios en línea– nos vemos obligados cada vez más a realizar trámites en la app del banco.

Los bancos más grandes del país, entre los cuales desde luego está Banorte, si de algo están o estaban orgullosos es de su amplia red de sucursales, algunas de las cuales son muy grandes y costosas de operar.

Desde luego, no cerrarán todas y tendrán que ser cada vez más de multiservicios, pero yo que soy muy poco tecnológica, no recuerdo cuándo fue la última vez que acudí a una sucursal bancaria.

  • LIBERADO PASAJERO QUE ABRIÓ PUERTA DE EMERGENCIA

El pasado 25 de enero se presentó, en un vuelo de Aeroméxico con destino a Guatemala, un incidente que debería ser analizado con mayor profundidad. Antes de despegar hubo un problema en el aire acondicionado que retrasó el vuelo por más de dos horas y los pasajeros comenzaron a desesperarse, porque estaban a bordo con calor y molestias, y un pasajero abrió la puerta de emergencia, caminó por el ala, se sentó y, al regresar, evidentemente fue detenido.

Varios problemas. El primero es que la tripulación de Aeroméxico manejó mal la situación, porque debió haber proporcionado agua, tranquilizar a los pasajeros y evitar que abriera la puerta.

Pero el mayor retraso se registró después, porque Aeroméxico tuvo que verificar por seguridad de la aeronave, la tripulación y los pasajeros, que no se presentara ningún incidente con esa puerta durante el vuelo.

Aunque el pasajero fue detenido –ante protestas de muchos pasajeros que lo defendían– fue ya puesto en libertad, porque el AICM no presentó ninguna querella, pues no se interrumpió la circulación en el aeropuerto.

Sin embargo, fue un incidente muy grave. En otros países, como Estados Unidos, no sólo hubiera sido detenido, sino que se le hubieran fincado cargos, pues es un delito federal atentar contra la seguridad de una aeronave, porque Aeroméxico sí incurrió en elevados costos por este incidente y porque no se puede permitir que un pasajero, por la razón que sea, abra a su antojo una puerta de emergencia.

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