Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

7 Sep, 2022

¿Cómo murió la congruencia?

La democracia hace flexibles a las ideologías. El abuso de la democracia las dobla. Los liderazgos personalísimos las quiebran. En democracia, flexibilizar visiones ideológicas permite llegar a consensos democráticos, el doblamiento de esas visiones pone en peligro los consensos, llegando a su quiebre mediante la imposición y fuerza. 

En México, con este gobierno, estamos peligrosamente cercanos al quiebre: la militarización de la seguridad pública es el punto de inflexión. 

No es un secreto que, en los países con pluralidad democrática, no hay mucha armonía entre lo que dicen las plataformas ideológicas de los partidos políticos y sus prácticas. 

 Por ejemplo, el Partido del Trabajo es un comodín político con bases marxistas, pero de una naturaleza muy diferente. En el ejercicio del poder —como gobierno o como oposición— los políticos y los partidos moldean sus ideologías a la necesidad del momento; a la negociación con el opuesto ideológico en la búsqueda del poder. 

 Los partidos de izquierda se alían y adoptan con plataformas de derecha y viceversa —cuestión de ver la alianza del presidente Andrés Manuel López Obrador con grupos evangélicos—. En los casos extremos —con liderazgos personalísimos de izquierda y de derecha—, los partidos son uno solo con el gobierno y defensores del statu quo de las élites burocráticas —como el socialismo en Cuba o Venezuela— o económicas —como la propia Venezuela— y sirven para perpetuar el poder de un pequeño grupo —no del proletariado—. 

En el intermedio está México. Por años hemos experimentado con esa flexibilidad democrática, con logros políticos, pero con una ingobernabilidad cada vez mayor. El presidente Andrés Manuel López Obrador, prometiendo solucionarla, desató el abuso de las reglas e ideologías. 

 El resultado es que estamos ante un liderazgo personalísimo que no acepta la negociación con las otras fuerzas políticas; no hay flexibilidad. El líder dobla constantemente su ideología a la necesidad del momento; no en aras de la negociación con otras fuerzas sino para concentrar el poder. 

 Hace sólo cinco años, durante 2017, Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores se oponían y se manifestaban fervientemente en contra de la participación del Ejército en tareas de seguridad pública. Su base de izquierda veía al Ejército en esas tareas como un tema innegociable. Hacerlo sería permitir darle entrada a una dictadura. 

Sin embargo, en el ejercicio del gobierno, esa misma ideología se dobló para adaptarse a la necesidad del líder de defender su proyecto. 

 Ya no sólo es la coherencia entre lo dicho en campaña y lo ejercido en gobierno, frecuentemente incumplida por los políticos. Es la congruencia entre la base ideológica de izquierda y la realidad. Una y otra vez, en temas sociales y económicos que van desde el aborto, pasando por energía hasta los militares en seguridad pública, Andrés Manuel López Obrador ha doblado su ideología sin el mayor recato. 

 El peligro de ese doblamiento ideológico es que, hacerlo con mucha frecuencia, entumece los límites democráticos que no se deben cruzar. El líder, acostumbrado a sólo escuchar su propia voz y cumplir sus deseos, desestima no sólo a su ideología, sino hasta la propia ley. 

Declara: “No me vengan con que la ley es la ley”. 

Muere la congruencia y la democracia. 

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