Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

23 Mar, 2022

¿Cuál fue el pecado original?

 

En 2013, después de mucha deliberación, se decidió construir un nuevo aeropuerto nacional. El viejo aeropuerto estaba saturado, con pocas posibilidades de expansión. Por ello, el nuevo sería una más moderna imagen de entrada al país, con una inversión grande, pero redituable.

El tema fue muy politizado y el resultado, inesperado.

A lo largo de los años, la necesidad de un moderno aeropuerto era evidente. La ciudad principal, sede del comercio y economía del país, resentía la mala imagen, poca capacidad y desorganización operativa de la vieja sede. A lo largo de los años, los parches para resolver la saturación fueron insuficientes. Se expandió la magnitud de un aeropuerto a las afueras de la ciudad y, en 2001, se construyó una nueva ala internacional en el aeropuerto viejo. Sin embargo, fue insuficiente, también, y los pasajeros notaban una  imagen de saturación, ambulantaje, improvisación y hasta taxis piratas.

Por ello, el diseño del nuevo aeropuerto se encargó a un renombrado despacho de arquitectos en Londres. El plano arquitectónico era espectacular, con techos ondulados en blanco, que permitirían el ingreso de amplia iluminación natural y ventilación. Se estimaba incrementar la capacidad hasta 100 millones de pasajeros, con mayor capacidad hacia el futuro conforme distintas etapas de construcción se avanzaran. En caso de terremotos, debido a la ubicación, se usaba ingeniería de vanguardia para disminuir riesgos.

El inicio de la construcción fue un parteaguas, pero con sus problemas. Se dieron retrasos y controversias políticas, pero el proyecto continuaba. Los políticos, siempre queriendo sacar raja, buscaron impugnaciones alrededor de un proyecto que consideraban faraónico. Y es que la inversión total de las distintas etapas de construcción se elevaba a 12 mil millones de dólares. Políticamente era muy riesgoso para el gobierno, pero provechoso para los críticos su construcción. El gobierno luchaba por mantener la narrativa, fallando en muchas ocasiones por la complejidad del proyecto técnico y la simplicidad de la crítica política.

Sin embargo, el nuevo aeropuerto de Estambul, Turquía, fue un éxito. En tres años, después de su inauguración en 2019, a pesar de la politización, se llegó a la meta 100 millones de pasajeros. El aeropuerto fue un nuevo centro de comercio, conectividad y éxito para la ciudad de Estambul y el país entero. Su amplia capacidad y calidad permitieron ser una puerta hacia Asia desde distintas partes del mundo.

 

Y lo nuestro…

Con la inauguración del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el Estado quiere fomentar un mercado aéreo habiendo partido de un pecado: haber gastado tantos recursos públicos por una narrativa política que nunca tuvo mayor sustento que los discursos de campaña. La pregunta es si el proyecto de Santa Lucía, ejecutado –sin completarse– en pocos años con mucha improvisación, será un éxito para solventar no sólo la saturación aérea, sino volver a México –como se hizo con Estambul– en un centro regional de comercio.

La apuesta fue alta y habrá que ver si el mercado responde a los caprichos del Estado.

 

La moneda está en el aire.

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