Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

4 May, 2022

El cuerpo político y las lesiones


 

En el aprendizaje y en el ejercicio, la mente y los músculos se fortalecen mediante la repetición, constancia y tiempo. El cerebro y el cuerpo aprenden y se adaptan. Este proceso es tan gradual –y a veces tan lento–, que muchas personas y organizaciones no tienen la paciencia ni constancia para esperarlo. Sin embargo, algunos no lo comprenden; en los gobiernos unipersonales, menos.

Los mejores presidentes o líderes en México han surgido justamente de ese aprendizaje; de ese ejercicio, lento, pero seguro, para salir fortalecidos como nación.

En el pasado, presidentes como Adolfo Ruiz Cortines, Ernesto Zedillo o Vicente Fox, aprendieron durante años de ejercicio en distintos puestos de poder, de gobierno o liderazgo en la administración pública para poder entender los retos posteriores de ser presidentes.

Aun así, siguieron aprendiendo y ejercitándose en el puesto. Con sus bemoles, tuvieron la humildad de rodearse de personas capaces que podrían llenar sus huecos de conocimiento y experiencia. Comprendieron que, una vez en el poder, la transformación era gradual; se ejercitaba el músculo poco a poco o se sufrirían lesiones catastróficas.

Sólo en casos excepcionales, ante crisis históricas o coyunturas especiales, algunos presidentes tuvieron la fortaleza natural para enfrentar los problemas del momento y las tribulaciones de ser un líder. Aun así, tuvieron asesores o compañeros que los ayudaron en el camino. Tales líderes fueron Francisco I. Madero o hasta el propio Ernesto Zedillo, quien asumió la candidatura presidencial después de una coyuntura complicada.

Los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo pecaron justamente de lo contrario. Concentraron el poder, ignoraron los consejos de sus asesores más calificados y, eventualmente, cayeron en la trampa de creer que su mera voluntad y presencia eran suficientes para arreglar los grandes problemas nacionales. Solos podrían fortalecer el cuerpo. Desperdiciaron el enorme poder que les dio el momento político.

Echeverría llegó a decir que la economía se manejaba desde Los Pinos. López Portillo dijo que su hijo y su amante, ambos trabajando en su gobierno, eran el orgullo de su nepotismo. Todos sabemos cómo terminaron esas historias: la economía enfrentó crisis recurrentes, deuda pública, malos manejos de la hacienda pública y escándalos de corrupción. Sus gobiernos fueron desastrosos.

Ahora, ese mismo mesianismo transformador escucha la sola voz del líder. No hace falta el ejercicio ni el entrenamiento. Se construyen aeropuertos sin escuchar a los jugadores del mercado, se publican decretos sin mayor fundamento jurídico, se destruye la administración pública bajo el lema de la austeridad, se maneja la economía desde palacio y hasta se pretende destruir el músculo ganador del árbitro electoral. Se pierde así el ejercicio que el cuerpo político y económico del país había acumulado durante décadas para formar una musculatura fuerte –con sus propias debilidades.

¿Qué queda ante ese pleno debilitado? Como el área anatómica que sufre una lesión, no queda más que la rehabilitación y el ejercicio para volver a hacer fuerte los músculos que quedaron atrofiados. Ese proceso será lento, pero seguro. Como cualquier cuerpo, la nación tiene resiliencia a las lesiones.

Esperemos que no se la siga lastimando.

 

 

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