Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

26 Ene, 2022

El lamento de los impresentables

 

No sé lo que estoy haciendo, pero mi incompetencia nunca ha detenido mi entusiasmo.

Woody Allen

 

En una institución plagada de incompetencia, los hoyos se hacen más profundos. El incompetente cava un hoyo para tapar el otro, incapaz de entender lo que está haciendo, pero seguro de su capacidad para brindar malas decisiones. En un gobierno, esas decisiones pueden causar pérdidas económicas, crisis de salud pública, proyectos fallidos y hasta costar vidas. En política exterior, manda malos mensajes y deja mal parada a una nación entera.

Líderes que como oposición ganaban adeptos usando fórmulas fáciles para problemas complejos, ahora llegaron al gobierno usando esas mismas fórmulas sin caer en cuenta que sólo servían para el discurso; no para gobernar o lidiar con el delicado arte de la diplomacia internacional. Los más recientes ejemplos están a la vista: en un ejercicio de improvisación e incompetencia, el gobierno nominó a personajes impresentables para importantes representaciones diplomáticas en países hermanos.

El Presidente, seguro de sus decisiones, nominó como embajadores a personajes sin mayor logro que ser aplaudidores sin escrúpulos o políticamente útiles para su proyecto político. En un caso, el embajador propuesto fue acusado de vínculos con la delincuencia y rechazado sin mayor trámite por el país que lo recibiría. En otro caso, el embajador propuesto fue tan golpeado en medios nacionales por las acusaciones que caían sobre él, que discretamente se evitó darle el beneplácito del país anfitrión.

En ambos casos, los nombramientos políticos de personajes sin carrera en el servicio exterior y su rechazo por los países anfitriones causaron tal crisis que dejaron al país en ridículo y sin mayores opciones para el Presidente. Sin embargo, éste siguió obstinado en que fueran aceptados como embajadores, queriendo cumplir con cuotas políticas sin tomar en cuenta el duro mensaje enviado por otros países.

El resultado saltó a la vista de todos: los embajadores propuestos por el Perú para Suiza, Eliseo Soria, y Panamá, Richard Rojas, fueron tan mal vistos en los países anfitriones, que llegaron incluso al retiro de embajadores en ese país por los países anfitriones.

La incompetencia y obstinación de Pedro Castillo, presidente del Perú, para nombrar a personajes impresentables, causó así una crisis más en su gobierno y en la imagen de ese país en la comunidad internacional.

La política exterior de Castillo fue tan problemática, que se sumaron a otros incontables errores. El propio Richard Rojas, embajador propuesto y rechazado para Panamá, fue luego nominado para Venezuela, para después ser impedido, por orden judicial, de salir del país por acusaciones de corrupción. Mientras tanto, el gobierno del Perú se contradecía internamente con el reconocimiento del gobierno dictatorial de Venezuela, mientras, en otros casos se desvivía para rechazarlos por diferencias ideológicas.

Perú sirve así de lección de lo que sucede cuando se toman decisiones de política exterior a la ligera. Lo que sucede con los impresentables en posiciones tan relevantes. Cuando se apapachan personajes por el mero capricho del líder.

 

Es por ello mejor el lamento de los impresentables que el desprestigio de países notables.

 

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