Frecuencias
Rodrigo Pérez-Alonso27 Jul, 2022
La autarquía que viene
Autarquía: política de un Estado queintenta bastarse con sus propios recursos.
Real Academia de la Lengua Española
José Luis es un empresario del ramo automotriz que estuvo asentado en la Ciudad de México. Durante años, se dedicó a fabricar textiles para ensambladoras de automóviles en México. En ese entonces, durante los años 80, los automóviles eran marcados con un “Hecho en México”, un orgullo de nuestro nacionalismo productor de bienes que sólo se consumían en nuestro país. Éramos, hasta cierto punto, una economía cerrada. Existían pocas marcas de autos y José Luis producía únicamente lo que se consumía en México.
Fue a mediados de esos 80 y principios de los 90 que esa ecuación cambió. México se abrió al mundo con el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). A partir de ese momento, José Luis se mudó al norte del país, cerca de la frontera, e instaló una enorme fábrica de textiles para automóviles. Su negocio se multiplicó y creó cientos de nuevos empleos. La mayor parte de sus productos se vendían a ensambladoras de autos que exportaban al mercado de EU.
Y es que, a partir del sexenio de Miguel de la Madrid, la economía cambió de ser una centrada casi exclusivamente en el Estado a una con mayor participación del mercado. Desde entonces y hasta el gobierno de Enrique Peña Nieto, el periodo que ahora el presidente López Obrador llama “neoliberal”, el Estado regulador sentó las bases para un mayor crecimiento y apertura comercial. Esto fue un cambio de paradigma, en donde el Estado disminuyó su participación para volverse un regulador de la actividad económica (no el productor o protector).
México se abrió a la globalización y apertura a las inversiones de Estados Unidos y Canadá. Mientras que antes imperaba la sospecha y la cerrazón, los tratados de libre comercio del “periodo neoliberal” abrieron nuestros ojos al mundo.
A su vez, las reformas estructurales de 2013 transformaron una de las últimas trincheras del estatismo gubernamental –la energía– y sentaron las bases para que Pemex y la CFE pudieran sobrevivir. Ante la falta de presupuesto del Estado para continuar financiando proyectos, estas empresas iniciaron actividades en conjunto con el sector privado y extranjero, como en exploración y extracción (en hidrocarburos), y en la generación de electricidad.
Sin embargo, López Obrador está obstinado en cambiar ese paradigma de la globalización, regresando a las viejas épocas del gobierno autárquico. El resultado ha sido un choque frontal con el sistema de libre mercado regulado por el Estado; el Estado proteccionista versus el Estado regulador. No obstante, parece que en ocasiones quiere las dos cosas: AMLO firmó e impulsó el T-MEC (la nueva versión del TLCAN) en su gobierno, y ahora reniega de él bajo estas bases ideológicas del Estado proteccionista.
El mejor ejemplo es la Ley de la Industria Eléctrica, que ahora es tema de consultas en el marco del T-MEC por Estados Unidos y Canadá. El alegato es defender “nuestra soberanía” de los rapaces extranjeros.
El objetivo es regresar a la fantasía de ser autosuficiente, en otras palabras, que personas como José Luis sólo produzcan en y para nuestro propio mercado, en un país que es totalmente diferente a lo que era hace más de 40 años.