Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

24 Ene, 2024

La misma piedra

                       Trump representa la incertidumbrbre
                                                                 Justin Trudeau,
                                           primer ministro de Canadá

Ayer, el mundo contuvo su respiración por un momento. En un giro que muchos analistas políticos de Estados Unidos anticipaban con una mezcla de expectativa y aprehensión, Donald Trump ganó las primarias del Partido Republicano en New Hampshire. Este triunfo, casi asegurando su nominación, ha reavivado las preocupaciones sobre el futuro de las relaciones entre México y Estados Unidos. La presidencia anterior de Trump, marcada por políticas incendiarias y decisiones impredecibles, dejó una huella profunda en la dinámica bilateral. Ahora, con la posibilidad de su retorno, una sombra de incertidumbre y tensión se cierne ominosamente sobre ambos países.

Si Trump recupera la nominación, es probable que veamos un resurgimiento de su enfoque intransigente en temas de inmigración y seguridad fronteriza. Recordemos que, durante su primer mandato, estas políticas generaron tensiones significativas, afectando a las comunidades fronterizas y a los inmigrantes de manera directa y a menudo dolorosa. La posible reactivación de la construcción del muro fronterizo y la implementación de políticas más estrictas de detención y deportación podrían desencadenar nuevas fricciones, tanto diplomáticas como humanitarias.

En el ámbito del comercio, Trump podría buscar renegociar el T-MEC, sumiendo a la región en una capa de incertidumbre económica. Sus políticas proteccionistas y los aranceles, ya conocidos por su capacidad para desestabilizar la economía mexicana, podrían resurgir, afectando sectores clave como el automotriz y la agricultura. Esta posibilidad subraya la interdependencia económica de ambos países y la delicadeza de su equilibrio.

En cuanto a las relaciones diplomáticas, un segundo mandato enfriaría aún más los lazos entre México y Estados Unidos. La retórica confrontativa de Trump hacia México podría limitar la cooperación en áreas vitales, como la lucha contra el narcotráfico y la gestión de desafíos regionales. Ante esto, México podría verse obligado a buscar fortalecer relaciones con otros países y bloques regionales, en un intento por equilibrar la influencia y la presión estadunidense.

No podemos pasar por alto el impacto social y cultural de un posible segundo mandato de Trump. Su retórica, a menudo cargada de tonos xenofóbicos, afecta directamente a la comunidad mexicana en Estados Unidos. Esto podría desencadenar un aumento en la movilización de grupos de derechos civiles y organizaciones proinmigrantes, intensificando la polarización social.

Sin embargo, quizá lo más preocupante es que la incertidumbre generada por la presidencia de Trump tendría efectos inmediatos en el crecimiento económico de México. Contrario a la retórica, el partido en el poder en México no ha demostrado ser un contrapeso efectivo frente a Trump en el pasado. Más bien, las personalidades narcisistas de López Obrador y Trump parecieron encontrar una inesperada química.

En conclusión, la potencial nominación y victoria de Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos representaría un desafío significativo para las relaciones México-EU. Desde la política de inmigración hasta el comercio y la diplomacia, los efectos se sentirían en ambos lados de la frontera.

La historia continúa escribiéndose y este nuevo capítulo promete ser tan complejo como decisivo. Parece que los electores de Estados Unidos están por tropezarse con la misma piedra.

 

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