Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

8 Nov, 2023

Las mentiras y el poder

                          Afortunadamente no nos fue tan mal.

                                         AMLO, ante el huracán Otis

En un país no muy lejano, donde los cactus y las águilas adornan el paisaje, vivía Andrés Manuel López Obrador. Al norte del gran río, Donald Trump comandaba la tierra del águila calva. Ambos, en sus respectivos reinos, tejieron historias que a veces se alejaban del tapiz de la realidad. Con sus mentiras, ambos causaron encono, frustración y descomposición política.

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AMLO, con su Cuarta Transformación, prometió erradicar la corrupción y restaurar la honestidad. Sin embargo, hubo momentos en que sus afirmaciones chocaban con las evidencias. Ante el enorme huracán Otis que devastó Acapulco con vientos categoría 5, quedó al descubierto entre muchas mentiras. No era la primera vez que abiertamente contradecía la realidad.

Mientras tanto, Donald Trump, queriendo retomar el poder, clamaba haber ganado una elección que oficialmente había perdido, tejiendo teorías de conspiración sin sustento probatorio. Se le vio como un maestro de la “posverdad”, un término que describe la creación de realidades alternativas donde los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las apelaciones a la emoción y las creencias personales.

Estos patrones de conducta, al igual que muchos otros personajes que llegan al poder público, podrían sugerir, según algunos expertos, la presencia de rasgos de personalidades narcisistas. El narcisismo, un trastorno de la personalidad caracterizado por una exagerada autoimportancia, la necesidad de admiración constante y una falta de empatía, podría explicar la tendencia a mentir.

Sin embargo, diagnosticar a distancia es controvertido y poco ético en psicología. En Estados Unidos se debatió mucho este fenómeno ante la presidencia de Trump, pero siempre se cuidó no diagnosticar desde la televisión. Aun así, el impacto de estas fábulas del poder en la población es innegable. La constante exposición a falsedades y medias verdades por los gobernantes puede generar un ambiente de desconfianza que erosiona el tejido social. La incertidumbre sobre lo qué es real y qué no, puede aumentar la ansiedad y el estrés entre la ciudadanía.

Un estudio de 2006 de académicos de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, estimó que alrededor de 50% de los presidentes de ese país tuvieron algún trastorno, desde depresión hasta bipolaridad. En México, Luis Echeverría posiblemente sufrió de un trastorno bipolar.

Con todo, concluir que todos los líderes con estos comportamientos sufren de trastornos sería simplista y erróneo. La política tiene su propio teatro y sus actores a menudo juegan roles dictados por estrategias más que por trastornos mentales. La mentira es el deporte más practicado por los políticos. No obstante, el efecto de sus narrativas en la salud mental de las naciones es una historia que merece ser contada y entendida.

En la tierra de los libres y la casa del valiente, así como en la nación del águila y la serpiente, los cuentos de poder y realidad se entrelazan en un baile complejo. Y en este baile, es crucial para los ciudadanos aprender a discernir la verdad entre los pasos de la ficción, para proteger no sólo la democracia, sino también su bienestar mental.

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De eso depende la sobrevivencia de las instituciones y la integridad pública.

 

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