Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

26 Nov, 2020

¿Cuál es la visión económica de los precandidatos?

A medida que nos acercamos al comienzo de las precampañas y campañas, se repite el espectáculo fársico visto y padecido cada tres años: las mismas preguntas simplonas y por supuesto, las mismas respuestas plagadas de mentiras, marcadas por la hipocresía. En el colmo de la desfachatez, anda por ahí un precandidato que se atrevió a afirmar “que él había sido educado para servir”, sin decir a quién.

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A la fecha, después de leer y/o escuchar un buen número de respuestas —a cuál más de tontas y carentes de sentido—, destaca lo que comparto con usted: ninguno de los entrevistados ha planteado alguna idea —por superficial que hubiese sido—, sobre la situación económica y la caída del PIB estos dos años de la presente administración. Tampoco ha habido en sus respuestas mención de la pérdida de empleos formales e informales, y del cierre de decenas de miles de empresas.

Por si lo anterior no bastare para darnos cuenta de la clase de políticos que son quienes andan a la búsqueda de alguna candidatura, ninguno ha esbozado idea alguna sobre un plan de recuperación económica —en caso de ganar—, y una medida que coadyuvaría en la concreción de dicho objetivo.

¿Qué explica esta conducta de los reporteros y sus preguntas y las respuestas insulsas de los precandidatos? ¿Acaso no se han dado cuenta los unos y los otros, de la profundidad de la crisis que ya alcanzó el nivel de una profunda recesión? ¿Será que no les importa el tema, o lo consideran tan políticamente incorrecto que prefieren no aventurar una pregunta menos una respuesta la cual, dada la sensibilidad reinante, podría verse como crítica de la gobernación actual?

Por otra parte, ¿qué tal si la negativa de unos a preguntar y de los otros a tocar el tema económico, fuere una estrategia debidamente analizada pensando en el elector? ¿Qué diríamos si en los estudios previos en los War Rooms de los precandidatos se hubiese encontrado que los electores desean promesas, sin importar que sean burdas mentiras imposibles de concretar? ¿Sería entonces correcto y positivo para la democracia mexicana, aceptar pasivamente la visión del elector que desea escuchar promesas y mentiras que sólo alimentan su esperanza cada proceso electoral?

¿Quién en su sano juicio podría defender, ante la cruda y ofensiva realidad que es la pésima calidad de nuestra cultura cívica y ciudadana, que al elector se le debería —particularmente en situaciones como la actual—, hablar con la verdad? Algunos amigos que se dedican a lo que algunos llaman “marketing electoral”, afirman convencidos que mi idea, de llevarla a la práctica, lo único que produciría para el asesorado sería una derrota aplastante.

¿Qué decir ante este planteamiento, producto de la experiencia y reflejo de una realidad que viene de lejos en el tiempo? A la fecha, después de largas pláticas y discusiones acaloradas —Zoom de por medio— con quienes se dedican a participar profesionalmente en campañas electorales, lo menos que me dicen es que me olvide de esas ideas disparatadas.

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¿Usted qué piensa? ¿Habría entonces que seguir así, con las mentiras de siempre y promesas incumplibles?

 

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