El urbanismo excluyente nuestro de cada día

Espacio Urbano -
Esos picos están puestos ahí para que las y los peatones no nos sentemos en el borde de las jardineras. Foto: Thinkstock
Esos picos están puestos ahí para que las y los peatones no nos sentemos en el borde de las jardineras. Foto: Thinkstock

Ya escribía la semana pasada en este espacio sobre la otra cara del México urbano, ese lado de las ciudades no siempre tan visible de las personas en situación de pobreza. Y es que resulta poco visible para quienes gozamos ciertos privilegios porque hemos dedicado las últimas décadas a construir ciudades excluyentes, a diseñar espacios urbanos donde se garantice la seguridad del aislamiento, para que sea invulnerable e infalible.

En su gran libro de 1994, Building Paranoia – un gran juego de palabras en inglés que significa tanto “Construyendo paranoia” como “Paranoia de la construcción” –, Steven Flusty describe el auge de los espacios prohibitorios, que buscan rechazar o filtrar a quienes aspiran a usarlos. En este libro, Flusty compara los espacios urbanos actuales con los antiguos castillos medievales, con fosas y murallas alrededor para limitar a quienes los usen.

Pensemos en la tendencia de las últimas décadas a construir zonas residenciales en los suburbios de las principales ciudades mexicanas, con vigilancia extrema en sus limitadas entradas, grandes murallas alrededor para impedir la entrada a personas ajenas y con pocos lugares públicos para convivencia. ¿En qué ha desembocado esto? En la desintegración de las formas locales de solidaridad y comunidad. Además, gracias a esta estructura social han ido desapareciendo las ágoras privadas/públicas – como las llamaba Cornelius Castoriadis: esos espacios urbanos donde las y los ocupantes de las distintas zonas residenciales pudieran encontrarse cara a cara, discrepar, coincidir, volver públicos sus asuntos particulares.

Pero este fenómeno de la exclusión no es propio únicamente de los suburbios, y no sólo es un asunto mexicano o latinoamericano. Hemos replicado prácticas urbanas excluyentes de las grandes ciudades globales en los primeros cuadros de nuestras ciudades. Para muestra, un ejemplo muy simple y que suele pasar desapercibido en nuestro día a día: ¿te has fijado en que muchas jardineras o banquetas tienen estructuras metálicas en forma de pico en sus bordes? ¿Te has preguntado por qué?

Esos picos están puestos ahí para que las y los peatones no nos sentemos en el borde de las jardineras. La intención es evitar que la gente se aglomere en estos espacios, aunque sean públicos, con la intención de mantener la constante circulación; y, además, para evitar que las personas en situación de calle los utilicen como resguardo del calor o del frío, según sea el caso. Yo lo veo cada semana que acudo a la zona de la estación de metro Polanco en la Ciudad de México, donde las jardineras tienen unas estructuras metálicas en forma de pico para impedir que la gente se siente en la sombra.

Esto me recuerda al escándalo suscitado en las redes sociales en Reino Unido por un edificio londinense que tenía picos metálicos en su entrada para evitar que las personas en situación de calle se resguardaran del frío.

Las comparaciones con los picos usados para mantener a las palomas alejadas de los edificios no se hicieron esperar, y el caso sirvió como un recordatorio de lo poco incluyente que puede ser la arquitectura urbana en nuestros días, y qué tan fácil puede pasar esto desapercibido. Pensemos en los bordes inclinados para impedir que la gente se siente en ellos, los espacios espinosos o con picos metálicos, las zonas con alta vigilancia privada o la falta de caminos de acceso a ciertas zonas de la ciudad. Estos son el equivalente moderno de las fosas con cocodrilos y las altas murallas para impedir que forasteros ingresen a las ciudades del medioevo, como bien nos recuerda Flusty.

Y ni hablar de la falta de accesos para personas con discapacidad, o de los prejuicios culturales hacia las personas con vestimenta indígena, una tez más oscura o una preferencia sexual distinta, a pesar de lo establecido en la ley respecto a la no-discriminación, como ocurre en la Ciudad de México. Estas barreras culturales sólo acrecientan el efecto discriminatorio y excluyente de los obstáculos físicos, arquitectónicos o socioeconómicos de nuestras ciudades.

La próxima vez que camines por tu ciudad, intenta identificar estas barreras arquitectónicas, socioeconómicas y culturales en tu entorno. Te sorprenderá darte cuenta lo numerosas y variadas que son.

*gl

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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