Edgar Amador

Edgar Amador

23 Sep, 2019

¿Qué tan cerca estamos de movernos con energías limpias?

 

¿Qué tan cerca estamos de mover el mundo sin la necesidad de quemar combustibles fósiles, cuyas emisiones son una de las principales fuentes de erosión de la capa de ozono? ¿Qué tan próximo estamos de usar a la naturaleza para mover a la sociedad sin tener que destruirla? Técnicamente, es probable que ya estemos en capacidad de que eso ocurra. Pero dado que la aplicación de la tecnología en la economía está determinada por la rentabilidad de la misma, quizá debamos esperar aún tiempo para que la energía sustentable mueva a la sociedad. Con el riesgo de que puede ser demasiado tarde.

Usar la energía solar, el viento, las mareas, el calor que sale del subsuelo terrestre e, incluso, la basura que producimos todos los días, es ya técnicamente posible en escala tal que permitiría casi de la noche a la mañana inutilizar a todas las petroleras del mundo. Pero hay un problema: las fuentes renovables de energía son todavía más caras de producir que los sucios combustibles fósiles (el carbón y el petróleo), y que el uso de la fuerza del agua para generar energía.

Las fuentes renovables tienen otra desventaja: son intermitentes. La energía eólica se genera cuando sopla el viento, la solar cuando hay radiación (en el día), y la hidráulica cuando el caudal lo permite. La producida por combustibles fósiles se puede generar en casi cualquier momento y en cualquier lugar, y esa disponibilidad la hace mucho más barata que las renovables.

Técnicamente, hoy ya es posible llenar las azoteas de nuestras ciudades con paneles solares y generar así la energía suficiente para moverlas. El problema es que en las noches no habría generación de electricidad. La solución para dicho problema también existe tecnológicamente: se resuelve con una batería. El problema es que con la tecnología disponible la batería necesaria sería tan grande que no sería económicamente viable.

La generación de energía a través del procesamiento de residuos sólidos, y por medio de la captura del biogás que generan los gigantescos basureros metropolitanos del mundo no tienen el problema de disponibilidad que tienen las fuentes naturales renovales de generación, y deberían, y ya son, una parte muy importante del portafolio de soluciones para la generación de energía con fuentes que sustituyan los combustibles fósiles.

La aplicación de energías limpias y el aprovechamiento de residuos, mientras no exista la tecnología que replique la fisión nuclear es la única salida para disminuir de manera material la emisión de gases de efecto invernadero antes de que el calentamiento global que ellos provocan, comprometa la existencia misma de la civilización humana (por el planeta ni se preocupen, él nos sobrevivirá).

El problema como decíamos al inicio, es que, aunque la solución técnica para la abolición del uso de combustibles fósiles existe, la disponibilidad y los costos de la generación la hacen aún económica y financieramente inferior a la quema de petróleo, carbón y el uso del gas para la generación eléctrica.

Sí, el discurso de los ecologistas es correcto, en ese sentido, es el predominio del criterio de la rentabilidad lo que subyace al deterioro de la naturaleza al punto de que está en juego la existencia de la sociedad misma. Nos estamos matando, lenta, pero inexorablemente, a nosotros mismos en nuestra búsqueda de rentabilidad financiera.

Pero así como una vacuna inyecta en el cuerpo los virus de la enfermedad que se quiere combatir: ¿sería posible utilizar el hambre de ganancia que mueve a nuestra economía, para generar energía sustentable? La solución no es tan complicada. Imponer un gravamen adicional al consumo de combustibles fósiles para con ello subsidiar la generación de energías renovables y el desarrollo de baterías factibles que las almacenen para tenerlas disponibles en todo momento sería sencillo de hacer si la alarma por el deterioro climático superara las resistencias políticas de los grupos de interés por continuar con el uso del petróleo y el carbón. De nuevo, antes que sea demasiado tarde.

 

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