Guillermo Zamarripa

Guillermo Zamarripa

Guillermo Zamarripa

17 Jul, 2021

El Estado no lo puede todo

Las dos últimas semanas escribí sobre temas relacionados con China. Hoy cierro esta serie con una reflexión más profunda: el Estado no puede controlar todo, aunque lo quiera. El problema demográfico que se está gestando en China es un gran ejemplo de ello.

El mundo ya regresó a un equilibrio en el que hay dos potencias que tienen regímenes distintos. China es un país no democrático en el que en los últimos años el régimen ha promovido el nacionalismo, ha mostrado más rasgos de autoritarismo y que privilegia al Estado sobre los particulares.

Esta visión tiene implicaciones en muchas otras áreas. La semana pasada comenté que en la parte económica el mayor control al sector privado lleva a un mal clima de negocios y a un mayor riesgo político de invertir en China.

 La investigación a Didi, por temas de ciberseguridad, días después de haber hecho una oferta pública de acciones en los mercados internacionales, deja en claro que supuestos contrapesos no lo son. Los inversionistas fueron afectados por la decisión unilateral del gobierno sin poder defenderse.

La consecuencia de esta acción del gobierno será que, en el futuro, otras empresas tecnológicas de China no van a poder acceder a los mercados internacionales.

En este caso se puede argumentar que es una reacción de extranjeros que están fuera del ámbito de control del Estado.

A continuación, se describe un ejemplo de algo que pudiera parecer que está bajo el control del Estado, pero que en realidad no lo está: el crecimiento poblacional.

China es el país más poblado del mundo. En los años 70 les preocupaba su crecimiento poblacional y en 1980 definieron una
política pública que se denominaba One child policy.

El impacto esperado directo de esta política pública era que si cada mujer sólo podía tener un hijo(a) por simple matemática no se lograría el reemplazo de la población y tendría que decrecer resolviendo el problema.

 Había un impacto indirecto previsible, que es lo que vemos hoy: China está envejeciendo como país. Al tener menos nacimientos y familias con seis adultos por cada menor se tiene que cada año va a ir creciendo el porcentaje de la población mayor a 65 años.

Hubo otro impacto que no era tan previsible y que es dramático. Dada la restricción de solo un hijo, las familias preferían niño a niña. Esto generó un sesgo poblacional, ya que hay un desbalance entre sexos con más hombres. 

Ante estos problemas y distorsiones el gobierno decidió eliminar esa política. Primero permitiendo dos (2016) y ahora hasta tres hijos (2021). La visión del Estado es que con esto se va a solucionar el problema.

La realidad es que, aunque el Estado define el tope, la decisión de cuántos hijos tener es de las parejas.

Para esa decisión hay que entender que China es una economía que ha tenido un proceso de crecimiento económico acelerado, con una población urbana importante, con educación de calidad y en la que hay buenas oportunidades de empleo.

Lo que va a suceder es que, aun cuando el gobierno flexibilizó la regla, la decisión de las parejas va a ser tener menos hijos, como sucede en muchos países de Europa. La implicación es que China tiene una vulnerabilidad por su estructura poblacional que no va a vencer con un decreto.

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