Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

25 Nov, 2020

Redes sociales y democracia

Filipinas y Estados Unidos son dos países diametralmente distantes. Sin embargo, ante las elecciones recientes en EU, comparten características similares. Los sock puppets, astroturfing y bots; prácticas y cuentas usadas para manipular y desinformar a través de redes sociales han sido ampliamente usadas como instrumentos electorales en ambos países. En la infancia de Facebook y de Twitter, estas redes se usaban para conectar a jóvenes con otros amigos y conocidos. Facebook nació conectando únicamente a personas que tuvieran una cuenta de correo electrónico académico. Twitter se usaba, inicialmente, para dar resúmenes de noticias y eventos relevantes, limitando la interacción a 140 caracteres.

Las cosas han cambiado desde aquella época; Facebook tiene ahora 2,700 millones de cuentas a nivel mundial y se ha convertido en una fuerza política por sí misma. Twitter, con 1,300 millones de cuentas creadas, pero 330 millones de cuentas activas mensualmente, tuvo un mayúsculo problema de cuentas manipuladas. Ambas redes se han convertido en un poderoso instrumento de comunicación institucional y política, pero también de desinformación. A través de usuarios, reales o manipulados, estos son instrumentos para mover a la opinión pública.

Filipinas y Estados Unidos son liderados por presidentes sin recato por el decoro político de sus rivales. Ambos han sido producto o han usado estos instrumentos de comunicación política para manipular la narrativa para sus propios fines mediante mentiras, desinformación, cuentas falsas y otros vicios que poco se habían visto en democracia.

En el caso de Filipinas, políticos de todas las filiaciones usan ejércitos de cuentas falsas en redes sociales para atacar a sus oponentes, críticos u objetivos de oportunidad. Diversas publicaciones dan cuenta de cómo el presidente Rodrigo Duterte utiliza ejércitos de cuentas manipuladas de Twitter para “reorientar” la opinión pública para sus propios fines (https://lat.ms/2SOzbRc). Se trata de granjas de cuentas que, como instrumento de censura o ataque, representan un grave daño al balance democrático. La crítica es suprimida a través del ataque y mentiras, lo que, a su vez, replica, creando un efecto artificial de crisis de opinión.

Estados Unidos representa un caso más grave. En la elección de 2016, las agencias de contrainteligencia de ese país documentaron y reportaron cómo Rusia manipuló la narrativa pública a través de Twitter y Facebook para beneficiar a Trump. Con miles de cuentas falsas, tuvo una influencia indebida en el electorado a través de mentiras, desinformación o narrativas inexactas que, a su vez, retomaron instituciones o medios, cayendo en la trampa de la manipulación.

RAND Corporation (https://bit.ly/3lICMwv), un think-tank muy serio, confirmó una posible manipulación para las recientes elecciones en EU. Sin embargo, Twitter y Facebook tomaron cartas previas en el asunto al instaurar nuevos y mayores controles sobre noticias falsas o manipuladas. El mejor ejemplo es que Trump, después de las elecciones, no ha podido insertar sus teorías de la conspiración y el fraude en Twitter, limitado por una leyenda de esa red social debajo de sus tuits señalando que es información no verificada.

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La gran pregunta es si es necesario regular la desinformación y fortalecer la democracia.

 

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