Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

22 Oct, 2019

¿Bastaría con cuidar la semántica?

¿Puede el habla resolver problemas estructurales de una economía? Dicho de otra manera, ¿no hablar de un problema –o desdibujarlo mediante eufemismos que cual avestruz, esconde la cabeza, pero descubre el trasero–, lo resuelve automáticamente sin hacer algo más? Imaginemos un paciente en situación terminal y preguntémonos: ¿Mejoraría su salud si su cáncer –ya en metástasis–, dejáremos de mencionarlo y empezáremos a hablar de una leve infección intestinal? 

Esa visión de la salud de un paciente y la forma de encararla, es muy similar a la que adoptan quienes piensan (y actúan en consecuencia), que así debe ser encarada la mala salud de una economía o la violencia e inseguridad. ¿Cómo se nos ocurre afirmar que la economía de un país está en recesión cuando, además de escucharse eufónicamente, es mejor y políticamente correcto hablar de un estancamiento o, si se tratare de verse globalizado, podríamos utilizar la palabra matadora: slowdown en vez de recession?

Habría, además, una ventaja colateral si usáremos slowdown en vez de recession porque, no nos expondríamos a la desautorización pública por parte de nuestro jefe que busca, por todos los medios, negar lo que parece estar cerca ya de lo evidente. Negarse a reconocer la gravedad de una economía y/o la inseguridad y la violencia no es, ni con mucho, algo nuevo; la mentira y los intentos de ocultar lo que es evidente, es consustancial a la política y al discurso: ¡Miente, que algo queda!

Quienes a ella se dedican piensan (es sólo una expresión porque, en modo alguno podría asegurar que en verdad lo hacen) que jamás deben aceptar públicamente que la economía del país, estado o provincia que gobiernan, atraviesa por una época difícil; por el contrario, un idioma tan rico como el nuestro siempre tiene a la mano la expresión dulzona que edulcora el trago amargo, en caso de tener que hablar del tema.

Esas maromas verbales las realizan hoy personajes tan disímbolos entre sí como Ortega y Evo Morales, y Maduro y López por mencionar sólo a cuatro. Sin embargo, por encima de las palabras están los hechos, y los números fríos que sintetizan una realidad imposible de borrar con juegos de palabras o recursos, para decirlo elegantemente, semánticos.

Las condiciones actuales se prestan, a querer y no, al juego semántico de privilegiar el eufemismo que esconde la cruda realidad. Al que así procede y piensa que hace lo correcto, la realidad no tarda en aparecérsele y reírse en su cara, dado lo absurdo que resulta dicha visión de la solución de los problemas.

Hoy, guardadas las diferencias con la situación de Nicaragua y Venezuela –por ejemplo–, parece que a quienes aquí gobiernan y legislan, ya les empezó a gustar eso de la semántica para intentar esconder la verdad. Malgastan su tiempo, pues sus esfuerzos son infructuosos; las ráfagas de AK-47, R-15 y Barret, vuelven imposible el efecto buscado con la palabra dulzona.

¿No sería mejor aceptar la realidad y decir la verdad? ¿Por qué subsestimar al ciudadano? ¿Acaso no entienden que su reacción será contraproducente cuando descubran el engaño y la manipulación. ¡Herrera, ahí te hablan!

 

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube